jueves, 25 de febrero de 2010

Nosotros y Los Otros

Pensaba que Los Otros eran sólo una película de Amenábar pero ya veo que me equivoco. A veces me preocupa la cerrazón de la gente, o mi “repentina apertura”, pero creo que la evolución es el futuro. Me aburren las etiquetas y eso que soy la primera en colocarlas. Tengo mis prejuicios, como todos, pero es mayor el deseo de aprender, de preguntar, de cuestionar todo que el de mantenerme aislada de los que me rodean. Decía el otro día una de mis amigas –no sin cierto fastidio- que a pesar de que nos creemos modernos y progresistas la realidad es que vivimos en una inmensa burbuja y creemos que ése es el único mundo que existe, el verdadero. “Yo tengo amigos extranjeros, pero son todos europeos y cristianos, ni una sola de mis amigas tiene un novio africano o asiático y menos aún de otra religión y el caso es que viven entre nosotros, pero no nos relacionamos con ellos”. No le falta razón. Creo que el problema es que los cambios no nos gustan, nos dan miedo y sólo accedemos a ellos a través de la cotidianeidad, cuando alguien irrumpe en nuestro entorno y nuestros tópicos empiezan a caer. Porque, no nos engañemos, ni siquiera somos iguales a nuestros padres aunque nos eduquen a su imagen y semejanza. No pretendo ilustrar a nadie –creo sinceramente que se es más feliz cuando uno vive en la ignorancia- pero empiezo a estar harta de tener que elegir: feminista o machista, dependiente o independiente, de izquierdas o de derechas, falda o pantalón, playa o montaña, creyente o atea, con nosotros o con los otros. Pues, para algunas cosas soy machista aunque sea mujer; me pongo el mundo por montera aunque sea todo corazón; peleo por lo que creo justo aunque no siempre encaje todo en el mismo partido político; reservo las faldas para ocasiones especiales; la arena es un peñazo pero no estoy tan en forma como para pasarme el día en el monte con las cabras; dudo de todo aunque no pueda librarme de mi educación cristiana; pertenezco al nosotros pero no tengo miedo a los otros, a relacionarme, a adoptar nuevas costumbres, porque en el norte no tomamos pantumaca y bien que nos ponemos morados cuando vamos a Cataluña ¿no? Pues eso, aprender, evolucionar, crecer y no morir de aburrimiento, tradicionalismo y endogamia elevada a la enésima potencia.

9 comentarios:

Mario dijo...

Pues ya sabes, lo importante no es lo que puedas hacer para ayudar (que es nada) sino lo que puedas influir en tu entorno.

Y por lo mismo fíjate si es fácil hacer daño diciendo lo primero que te viene a la cabeza...

Nubenegra dijo...

¡Pues qué pena! Ya te dije en Navidades que saber que todo lo que hagas no sirve para nada y te sirve más a ti, que al fin y al cabo, no estás tan necesitado como otros, es desolador. Entonces, ¿los pobres siempre serán pobres y los ricos siempre ricos? ¿De qué sirve entonces preocuparse por nada?

Mario dijo...

"¿los pobres siempre serán pobres y los ricos siempre ricos?"

Efectivamente, y nosotros somos los ricos, así que perfecto.
Y si crees que no conectas con este planteamiento REFLEXIONA sobre a quien votas en las elecciones...

Por eso te propongo ver las cosas con objetividad, Vero. Al cambiar tú misma, cambias el mundo de tu alrededor. Es pura física cuántica, pero tienes que cambiar de forma razonada y no visceral (por que lo visceral pasa rápido, como bien sabes :-P)

Mario dijo...

Dios, que pedante sueno dando lecciones de vida. Pero es que no me gusta leer ciertas cosas que en realidad no son verdad, porque ni tú ni yo les ofrecemos a cierta gente el trato al que tienen derecho.

No es lo mismo enamorarse del califa que del esclavo. Y no lo digo de malas, entiéndeme. ¿Sabes a donde quiero llegar?

Nubenegra dijo...

A ver, sí pero no. Yo cambio de una forma visceral pero luego lo razono, ya lo sabes. A mí me pueden los sentimientos pero luego, cuando dejo reposar las cosas, lo sustento de una forma más objetiva. En la medida de mis posibilidades, claro. Sobre lo del trato al que tiene derecho la gente... no estoy de acuerdo. Cierto es que lo nuestro es más el clasismo de toda la vida pero no trato mal a nadie por ser quién es. A pesar de mis prejuicios hace tiempo que aprendí que no puedes fiarte de las apariencias. En cuanto a enamorarse del califa o del esclavo... estoy de acuerdo pero esta no se trata de una cuestión de extracto social sino de altura intelectual (¡esto sí que es pedantería!). Una amiga me dijo una vez que ella necesitaba un chico que la "estimulara intelectualmente", yo pensaba que era una bobada, hasta que me caí del guindo y me di cuenta de que yo buscaba exactamente lo mismo. Y esa "altura intelectual" no tiene nada que ver con el dinero. Anda que no conozco tíos con estudios y posibles -que diría mi abuela- con menos intereses que una mosca. Si no sabe utilizar la cabeza, si tiene menos inquietudes que Homer Simpson, entonces, no me importa que sea un califa porque no tiene nada que hacer conmigo.

Mario dijo...

Muy interesante lo dicho. ¿Pero no te das cuenta que ambas cosas van unidas? Conozco personalmente a decenas de emigrantes a los que negamos sistemáticamente nuestra amistad por razones de ese tipo. La mayor parte de ellos no son matemáticos o filólogos exóticos de las mil y una noches, en muchos casos son analfabetos supersticiosos y de mal carácter.
Les presto mi ayuda, sí... ¿Pero y mi amistad? Todos sabemos que no tengo nada en común con ellos, que no me gusta su forma de pensar sobre ciertos temas ni algunas de sus costumbres y que, por lo tanto, es complicado que llegue a considerarlos amigos... y sin embargo ocurre.

Lo que se reduce al mítico "ya sabes como es..." de cuando eramos pequeños.

Nubenegra dijo...

Pero es que eso ya es pedir peras al olmo. El mundo está lleno de personas buenas y tan sólo unos pocos se podrían calificar de malos y, sin embargo, hay mucha gente con la que no nos llevamos bien. Eso no tiene nada que ver con la pobreza. Si eres un estúpido no importa si tienes pasta o no porque lo seguirás siendo. Yo nunca le he negado mi amistad a nadie por una cuestión de estatus social. Ahora bien, también tendemos a relacionarnos con gente más o menos como nosotros, con inquietudes, formación o residencia similares. Por el mismo motivo que no soy amiga de Punset no lo soy de la ecuatoriana que limpia en el metro. Nuestros mundos no se cruzan sino que discurren paralelos. Otra cosa es el amor, que, aunque es ciego, es muy exquisito en sus elecciones.

Mario dijo...

Por esa regla de tres yo nunca sería amigo de una persona que reza 5 veces al día (¡cinco!) no bebe alcohol, no come cerdo y no cree que las minifaldas y los escotes sean lo más apropiado del mundo. Por lo tanto espero que estés equivocada ;-)

Nubenegra dijo...

¡Pero claro que podrías ser amigo de alguien totalmente opuesto a ti! (espero, ;P) Es sólo cuestión de tener la oportunidad de cruzarse. Siempre que haya respeto, ¿qué más da lo que haga cada cual? Tú sabes muy bien que tú y yo no podríamos vivir juntos y, sin embargo, aquí nos tienes, 23años aguantándonos y aún nos queremos, jejejjee. ¿No tienes a tus negritos? ¿Ves cómo a veces es sólo cuestión de oportunidad? Tal vez no sean tus amigos pero sí forman parte ahora del círculo de gente con el que te relacionas y eso que proceden de un mundo que nada tienen que ver con el nuestro!!