miércoles, 17 de abril de 2013

Imágenes en la retina

Cisjordania (www.manubrabo.com)
Soy una cavernícola electrónica y una romántica. Prefiero leer libros en papel, tengo la tecnología justa y soy de las que piensa que el mundo globalizado atenta contra el buen periodismo. Recuerdo que cuando Pérez-Reverte dejó de ser corresponsal de guerra pensé que el oficio de reportero estaba condenado a la desaparición pero aún no era consciente de las consecuencias que eso podía traer, de lo huérfanos que nos quedamos si globalizamos la información y dejamos que los medios se concentren en unas pocas manos porque queremos ahorrar costes y que un único periodista proporcione información a todo un país.
En la facultad, tuve un profesor de fotoperiodismo, no tenía para nada el aspecto intrépido que se le supone a alguien curtido en mil batallas y tenía un ligero sobrepeso que me hacía difícil imaginar que tuviera la agilidad necesaria para salir corriendo en caso de vida o muerte pero tenía el tesón y la entrega de quien, ávido de recoger una perspectiva diferente, se iba de freelance durante sus vacaciones a países en conflicto, recibiendo el subidón de adrenalina que su trabajo diario de plumilla no le proporcionaba. Decía que era afortunado por hacer lo que le gustaba aunque tuviera que comprarse su propio casco protector y no hubiera reunido el valor y el dinero (400 euros) suficientes para un chaleco antibalas que, en una de aquellas, podía salvarle la vida. Recuerdo que yo pensaba que aquello no era para mí, que no merecía la pena el riesgo, que nadie lo valoraría nunca, que al lector medio le da igual que le narres lo que sucede en Oriente Medio desde Madrid o desde Jerusalén y que jugarte el pellejo así no sirve de nada.
"Pelotón de fusilamiento en Irán" - Pulitzer 1979.
Hoy pienso diferente, veo el Pulitzer de Manu Brabo y recuerdo su secuestro en Libia, su intrepidez, y pienso que, aunque a la mayoría le de igual, su trabajo sirve para marcar la diferencia y ésta es una manera de reconocerle su valentía, su inconsciencia, sus ganas de ofrecer una mirada nueva sobre los dramas que nos acechan cada día y ante los que parece que estamos inmunizados. Doy gracias porque a través de su objetivo, es capaz de extraer la humanidad de unos conflictos que ya no nos conmueven, porque siquiera durante unos instantes, somos capaces de sufrir el dolor ajeno como si fuera nuestro, antes de dejarnos engullir de nuevo por la placidez de los problemas cotidianos de quienes saben que tienen un techo y que, pase lo que pase, se acostarán con el estómago lleno.


Patrick Farrell sobre Haití - The Miami Herald (Pulitzer 2009)