domingo, 20 de septiembre de 2015

Siria, cuatro años después

"Las normas para el emperador y su corte son únicas en dos aspectos [...]
Primero, sus actos terroristas quedan excluidos del canon; 
segundo, mientras que los ataques terroristas contra ellos 
son juzgados con sumo rigor, [...] otras acciones comparables 
o incluso más graves contra los demás 
no merecen represalias ni medidas preventivas...".

Noam Chomsky
Piratas y Emperadores

                                     

Una voz llena de inquietud pregunta al otro lado del teléfono: "¿La situación es tan grave como parece? Entre los inmigrantes que intentan entrar a través de Calais y las noticias de la televisión, tengo la sensación de que los que tratan de entrar son todos terroristas...".
España no es el único país de Europa en el que se tergiversan las noticias, o tal vez tan sólo sigamos la estela de los poderosos porque si no somos capaces de decidir o tener iniciativa en otros asuntos, no vamos a ser audaces en esto.
Reino Unido se cierra a cal y canto para que no entren potenciales terroristas, Hungría y Bulgaria construyen muros de separación, otros ponen alambradas...
Pero, de repente, una zancadilla televisada se convierte en la excusa ideal para un lavado de imagen a gran escala. Todos intentan aprovechar el tirón y hacerse la foto, pobrecitos inmigrantes, lo que están padeciendo, tenemos que ayudarles... Y ahí van todos, como buitres, a ver si pillan cacho. Que nadie sospeche nada raro porque las elecciones estén a la vuelta de la esquina, ni porque los ayuntamientos "del cambio", con Barcelona a la cabeza, hayan decidido actuar al margen del Estado y crear sus propios programas de ayuda al refugiado... No. Eso es casualidad.
Como casualidad es que después de cuatro años de guerra, los sirios estén entrando en tropel en Europa o que parezca que sólo vienen aquí, a quitarnos nuestro Estado del Bienestar. Siria tiene una población de 22 millones de los que 4 ya han salido del país buscando refugio en otros lugares, por no hablar de los 7 millones de desplazados internos. De los cuatro millones que hay fuera, apenas 300.000 se han acercado a nuestras fronteras, si bien las imágenes de televisión ofrecen una imagen mucho más amenazadora, como si estuvieran entrando millones y millones.
Como siempre, nos creemos, o los medios así lo fomentan, que somos el ombligo del mundo y que todos los males nos acechan sin merecerlo. ¿Donde están esos cuatro millones de sirios que no se han refugiado en Europa? Pues en países que no nos interesan en absoluto, y menos si son portadores de buenas noticias: en Turquía (2 millones), una cifra similar a la de Arabia Saudí, un país que no ha firmado la carta de la ONU sobre los refugiados, motivo por el cual, sus cifras no interesan; en Argelia llevan recibiendo refugiados desde 2012, gente que es ayudada por la población civil de la manera que pueden; lo mismo sucede en Iraq, Egipto, Líbano o Jordania. Todos ellos están recibiendo refugiados desde el inicio de la guerra pero nosotros no lo sabemos. Ni falta que hace. Lo único que importa es que menos del 10% de los sirios que escapan de la guerra nos llegan a nosotros. Son trabajadores con un altísimo nivel de cualificación en muchos de los casos, nada de inmigrantes económicos, y ahí está Alemania, haciendo negocio... Es obvio que Alemania es un buen destino para un recién llegado: alto nivel de vida, ayudas sociales y una economía potente con grandes oportunidades de trabajo. Pero es que para el país también es un buen asunto eso de recibir mano de obra, y si encima puedes elegir la más cualificada y desechar al resto...
Europa, a pesar de lo que digan los partidos xenófobos y la población ignorante y temerosa, va a necesitar 50 millones de trabajadores en los próximos años. Somos muchos, cada vez más viejos y no tenemos hijos que garanticen la supervivencia del sistema luego tendremos que importar trabajadores. Alemania, como siempre, tiene mejor ojo que España y se sitúa a la cabeza de los ojeadores para quedarse con los mejores jugadores a la par que se los lleva gratis, sin haber hecho inversión previa y llegando a tiempo para recoger el fruto de los que sembraron. España, como siempre, se pasa la vida sembrando y, cuando llega el momento de la cosecha, se echa la siesta y, al despertar, la mitad del producto se ha echado a perder y la otra mitad se la han llevado unos que pasaban por allí. Pero antes que reconocer el error, decimos que cultivábamos para otro o que, en realidad, no somos agricultores y tenemos el campo en barbecho.
Al final, pasará lo de siempre, engrosaremos la generación de extranjeros no cualificados y el país seguirá ahí, bien pegadito al suelo porque, en realidad, lo de volar es una tontería.
A veces me pregunto si la falta de visión global y de interés por la aventura y por las inversiones seguras es defecto patrio instalado en los genes o si, por el contrario, la enfermedad se contrae al cruzar los Pirineos... Entonces, enciendo la tele y veo a la jefa infiltrada de Yoigo, una guiri que descubrió que tenía dos vendedores fantásticos y su única ocurrencia fue darles una prima por los servicios prestados. Tal vez la falta de visión sea contagiosa, o tal vez atraigamos a los más incompetentes y el círculo vicioso no se cierra nunca.
"Sí, cariño sí. La situación es tan grave como parece, o incluso más. Nos están creando fantasmas, justo ahora que ya habíamos conseguido dormir con la luz apagada".