domingo, 31 de diciembre de 2017

Obsoleta antes de los 40

En 1997, moría Lady Di en París y la Guardia Civil rescataba de un zulo a Ortega Lara, tras el secuestro más largo de la historia de España. Ese mismo año, empecé a estudiar Periodismo cumpliendo así mi sueño de dedicarme al mundo de la comunicación que, en aquellos momentos, me tiraba por la vertiente de la prensa deportiva. En aquel entonces, no todo el mundo tenía móvil —de hecho, yo heredé uno que tenía mi padre y que era, literalmente, del tamaño de un ladrillo— y el ordenador se usaba para editar textos en word y para chatear por el messenger. No había estallado aún el boom de internet y las relaciones humanas y el trabajo eran totalmente analógicas. Mi kit de estudiante universitaria también incluía un ordenador que hoy no querría ni mi hija de dos años pero, en aquella época, era lo normal. El primer curso de periodismo fue una absoluta decepción pues el 90% de las asignaturas eran una continuación de COU —sí, en aquel entonces la reforma de la LOGSE aún no había alcanzado a todos los cursos— y lo único diferente fueron las clases de Derecho, que nos impartía un gran profesor y personaje con una reputación realmente escandalosa para una universidad católica, y las de Diseño, que eran totalmente teóricas y aburridas excepto por el hecho de que, a lo largo del trimestre, teníamos que maquetar una revista de, al menos, 16 páginas. Para que os hagáis una idea, no había ni que buscar texto con el que rellenarlo. Automáticamente, se ponía texto falso y a correr. Solo teníamos, pues, que maquetar, poner los titulares, sumarios, subtítulos, ladillos y fotografías. Casi nadie tenía el programa ni un ordenador lo suficientemente moderno así que casi todas las mañanas del primer trimestre de mi vida universitaria me las pasé haciendo cola, de noche, junto a una veintena de compañeros más, en la fría calle Compañía, hasta que se abría la facultad y el aula con los ordenadores. Allí nos sentábamos, muchas veces de dos en dos, para avanzar algo en un proyecto que odié desde el primer minuto hasta el último. Con el paso de los años, la única vez que trabajé en un periódico, hice mis pinitos maquetando algunas páginas y la cosa ya no me pareció tan rematadamente difícil.
Recuerdo perfectamente que, en mi tercer año, cuando estrenábamos nuevo edificio y nueva ubicación, empezó a conocerse Internet. Por aquel entonces, aún era algo muy rudimentario, el correo era Yahoo o Hotmail y luego estaban los buscadores: Terra y Ozú. Google llegaría muuucho tiempo después. Yo, que siempre he sido muy analógica, tenía miedo de sentarme ante el ordenador a configurar mi cuenta de correo porque los ordenadores estaban en la biblioteca, a la vista de todos, y eran tan modernos que ni siquiera sabía donde estaba la tecla de encendido. Esperé un montón de días y solo me senté ante ellos cuando mi amiga más friki se sentó conmigo y me creó la cuenta.
Desde entonces han pasado 20 años, ahí es nada, pero es que aún no tengo 40 y ya me siento totalmente obsoleta. La revolución digital me pilló joven pero no tanto como para que el aprendizaje fuera tan intuitivo como el de los niños de ahora o el de los que solo son cinco o seis años menores que yo. Si miro a mi alrededor, me siento como mi padre que, con 62 años, maneja el móvil de forma básica y no sabe cómo se enciende el ordenador. La mayoría de la gente de mi promoción, supo adaptarse al mundo digital y trabaja como community manager o en alguna de esas profesiones que no sé para qué sirven porque la revolución 2.0 llegó a mi vida como consumidora y no como profesional. Pero no me quejo. La verdad es que estoy contenta así, al final he desarrollado mi vida por los caminos que he considerado oportunos así que no cabe la opción de arrepentirse. Uno se arrepiente de lo que no hace o de lo que le obligan a hacer pero cuando puedes hacer lo que quieres... Dieciséis años después de terminar la carrera y con trece ejerciendo como periodista en distintos medios y ciudades, me he dado cuenta de que para cambiar el mundo, no hace falta ser periodista porque, lo más seguro es que justo así, no puedas cambiar absolutamente nada. A lo largo de mi carrera profesional he tenido suerte, he hecho lo que quería. Tal vez porque en aquella época no era muy revolucionaria y mis ámbitos competenciales no eran especialmente sensibles. La única vez que me topé con la censura fue trabajando en el periódico, en uno local, pequeño, sin gran repercusión, en el que los dueños, totalmente desconocedores del mundo del periodismo e, incluso, de las reglas gramaticales del español, imponían su criterio, su censura y sus amiguismos cuando menos te lo esperabas. Pero no solo ha sido mi experiencia personal, que después de todo, no ha sido ni tan mala. Ha sido tomar conciencia del mundo en que vivimos, del lado oscuro de la fuerza, ese lado oscuro que creemos que solo existe en Star Wars pero que está aquí mismo, solo que Darth Vader no tiene cara de Darth Vader sino de Luke Skywalker o de Obi Wan Kenobi y, a veces, hasta de Anakin.
Yo no me he reciclado profesionalmente aunque tampoco es que sea una completa analfabeta digital, ya veis, ¡hasta escribo un blog! pero mis intereses personales y laborales han cambiado tantísimo que no he visto la necesidad de adaptarme en profundidad.
Mi verdadera revolución, no ha venido de la universidad ni del desarrollo de mi profesión. Mi verdadera revolución ha sido desarrollar mi vida conforme al binomio ensayo-error. Siempre he seguido mis instintos. Unas veces me he pegado un batacazo y otras, he acertado pero siempre me he levantado y he seguido adelante. De este modo, descubrí que el periodismo con el que soñaba no existe y que soy más feliz traduciendo. Que, como sospechaba, mi vida personal es más importante que mi vida profesional y que la conciliación para mi, no es buscar la forma de llegar antes a casa sino buscar el modo de estar en casa y trabajar un poco. Que la verdadera revolución, el verdadero cambio del mundo y de la sociedad empieza desde el ámbito doméstico, primero cambiando tú, siendo el tipo de persona que crees que tienes que ser y siendo consecuente con tus valores hasta el extremo y segundo, educando a tus hijos conforme a esos valores que crees que son tan necesarios en la sociedad. La revolución negro sobre blanco sirve más bien para poco, para agitar unas cuantas conciencias, sí, pero sobre todo para alimentar tertulias de bar y para envolver pescado. El cambio llevado a la práctica en una persona influye en su entorno más cercano y, quién sabe, quizá termine extendiéndose como una ola en el mar.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Cuentos del MI7

Lo bueno de Babelcube es que tú eliges lo que quieres traducir. Lo malo, que nunca sabes si vas a acertar, no solo desde una perspectiva comercial sino, sobre todo, desde el interés personal puro y duro. Como no sabes si vas a ganar algo de dinero o nada en absoluto, lo primordial es seleccionar un texto que pueda tener cierto interés para el público y sea susceptible de convertirse en un éxito editorial pero, sobre todo, que te agrade trabajar sobre él, que te enganche. De las obras que he traducido hasta el momento ha habido de todo, unas que me han decepcionado porque las expectativas eran muy altas, otras que me han resultado tediosas y agotadoras, otras demasiado sencillas y otras que me han enganchado como traductora pero también como lectora y de esta última es, precisamente, de la que quiero hablar hoy.

Bajo el atractivo título de "Cuentos del MI7" se esconde una serie de novelas policiacas y de intriga que tienen a los servicios de inteligencia británicos como hilo conductor. La colección comienza con "Nuestra mujer en Jamaica", la historia de una joven negra que es reclutada por el MI7 para realizar una misión de desestabilización política en la sombra en Jamaica y que cuenta con todos los obstáculos posibles para realizar su trabajo debido a su carácter y también a la xenofobia de algunos de los principales jefes de la organización. 
El autor, J.J. Ward, utiliza un lenguaje sencillo y ágil para atrapar al lector desde la primera línea. Con una profusión de detalles históricos y políticos muy rigurosa, es capaz de inventar una trama que, si bien no está probado que haya existido, bien podría haber tenido lugar. Haciéndose eco de rumores y suspicacias, teje una intrigante historia tan realista que el lector se plantea seriamente dar por buena la teoría conspiracionista del principal afectado: Michael Manley, el presidente de Jamaica depuesto en 1980.  
Acción, conspiración, espionaje y una protagonista dotada de valores como la lealtad inquebrantable, el honor y la justicia son los principales ingredientes de la primera novela de esta colección que promete enganchar a los lectores en las historias sucesivas.

La historia interminable



"¿Qué sois los seres de Fantasía? ¡Sueños, invenciones del reino de la poesía, personajes de una Historia Interminable! ¿Crees que eres real, hijito? Bueno, aquí, en tu mundo, lo eres. Pero, si atraviesas la Nada, no existirás ya. Habrás quedado desfigurado. Estarás en otro mundo. Allí no tenéis ningún parecido con vosotros mismos. Lleváis la ilusión y la ofuscación al mundo de los hombres. ¿Sabes, hijito, lo que pasará con todos los habitantes de la Ciudad de los Espectros que han saltado a la Nada?
[...] Se convertirán en desvaríos de la mente humana, imágenes del miedo cuando, en realidad, no hay nada que temer, deseos de cosas que enferman a los hombres, imágenes de la desesperación donde no hay razón para desesperar...
[...] Solo si creen que no existe Fantasía no se les ocurrirá visitaros. Y de eso depende todo, porque únicamente cuando no os conocen en vuestro verdadero aspecto puede hacerse con ellos cualquier cosa.
-Hacer con ellos... ¿qué?
-Todo lo que se quiere. Se tiene poder sobre ellos. Y nada da un poder mayor sobre los hombres que las mentiras. Porque esos hombres, hijito, viven de ideas. Y éstas pueden dirigir. Ese poder es el único que cuenta.
[...] En cuanto te llegue el turno de saltar a la Nada, serás también un servidor del poder, desfigurado y sin voluntad. Quién sabe para qué les servirás. Quizá, con tu ayuda, harán que los hombres compren lo que no necesitan, odien lo que no conocen, crean lo que les hace sumisos o duden de lo que podría salvarlos. Con vosotros, pequeños fantasios, se harán grandes negocios en el mundo de los hombres, se declararán guerras, se fundarán imperios mundiales...".



La historia interminable
Michael Ende
1979

miércoles, 20 de septiembre de 2017

La importancia de la propaganda

Si hay un personaje en la historia que nos hay enseñado la importancia de dominar la comunicación, la propaganda, ese es Joseph Goebbels. El ministro de la Propaganda nazi ha dejado para la posteridad el secreto del éxito de la manipulación global y su trabajo sigue siendo hoy inspiración para quienes manejan los hilos del poder en la sombra. En los años 30-40 ese conocimiento se utilizó para suavizar los desmanes del régimen de Hitler con todos aquellos que se escapaban al prototipo de ‘ario’ a pesar de que él mismo era de origen judío y en absoluto encajaba con ese perfil de teutón alto, blanco y rubio que tanto vemos en las películas.

Los puntos sobre los que se basaba su quehacer con la propaganda eran los siguientes:

1.      Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo.
2.       Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
3.      Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
4.         Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
5.         Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
6.            Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
7.          Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
8.           Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
9.      Principio de la silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
10.   Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
11.   Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.

Unos puntos que, por desgracia, pueden aplicarse en numerosas situaciones contemporáneas y que, en el caso que nos ocupa, también afectan al islam y a los musulmanes.

Es tan frecuente oír hablar de los musulmanes como personas ignorantes, culturalmente atrasadas seis siglos y fanáticas, que la mayoría de la población ni tiene tiempo ni tampoco interés en averiguar si dicha imagen es real o interesada.

La primera de las absurdas afirmaciones que se hacen del islam es que es una religión que lleva seis siglos de retraso con respecto al cristianismo y que, por eso, sus fieles viven poco menos que en la Edad de Piedra. Siempre me he preguntado cómo es posible que la gente crea una cosa tan sencilla de contrastar históricamente. Si el cristianismo data de hace 2017 años y el islam llegó casi 600 años después, ¿cómo es posible que se considere al segundo más antiguo y subdesarrollado si es obvio que estamos ante un periodo más moderno?

Tomando esta idea como base, nada de lo que venga después causará el más mínimo interés en la gente que no sea musulmana pues nadie creerá en las informaciones que choquen de frente con la ciencia hasta que esta no las descubra por sí misma o hasta que no se le de publicidad a alguien que promueva ese mismo conocimiento y que no sea musulmán.



Hace algún tiempo salió en la prensa una noticia en la que se hablaba de los efectos beneficiosos de la miel como edulcorante frente al azúcar, causante de muchas enfermedades cardiovasculares. En él, se destacaba que en el siglo XVIII ya hubo un monje en el monasterio de Silos que promovía los valores del néctar de las abejas y que no había sido hasta casi 250 años después que la ciencia había corroborado lo que él ya sabía. No pude por menos que sorprenderme al leer la noticia pensando ¿y el Corán? Hace más de quince siglos que Dios nos habló de los beneficios de la miel pero a nadie parece importarle. A nadie fuera de los musulmanes que vienen utilizando la miel como ungüento ante las quemaduras, las heridas de todo tipo y las infecciones.

Dice Dios en el Corán:

"Tu Señor les inspiró a las abejas: ‘Habiten en las moradas que hayan construido en las montañas, en los árboles y en las que la gente les construya. Aliméntense de los frutos y transiten por donde les ha facilitado su Señor’. De su abdomen sale un jarabe de diferentes colores que es medicina para la gente. En esto hay un signo para quienes reflexionan" (16:68-69). 

Ya nos advirtió Dios entonces que para toda enfermedad hay en la naturaleza una cura aunque, por supuesto, el hombre desconozca cuál es. Teniendo como inspiración este hecho, no son pocos los médicos que apuestan, entre otros productos, por los efectos beneficiosos del limón ante enfermedades cuya cura hoy se nos escapa como es el caso del cáncer. No tengo conocimientos médicos por lo que afirmar que el limón es la clave para curar el cáncer sería una temeridad por mi parte. Pero lo que está claro es que a las empresas farmacéuticas, cuyo éxito empresarial radica en el hecho de que la población enferme y lo haga de las dolencias más complicadas y desconocidas posibles, no serían un poder económico, e incluso político, tan importante de favorecerse la investigación de los efectos beneficiosos de productos que encontramos en la naturaleza al alcance de la mano y que, por lo tanto, serían aptos para los bolsillos más pobres.


Dice la noticia que el monje en cuestión era un apasionado de la botánica, que hizo sus recomendaciones a los hospitales y médicos de la época y que incluso escribió un tratado sobre los beneficios de la miel. Me pregunto si consultó también para ello el Corán y los libros de conocimiento musulmanes. Y es que, a pesar de lo que diga la Iglesia católica y de la opinión generalizada de la población, los musulmanes, ya desde Al Ándalus, fueron, junto con los judíos, unos grandes científicos y médicos que escribieron numerosos tratados cuyo conocimiento fue difundido gracias al buen hacer de la Escuela de Traductores de Toledo. 

Muchos de estos libros no vieron la luz para el gran público pero sí que pasaron a formar parte de las bibliotecas más selectas de la época, a saber, las de los monasterios cristianos que eran el estamento social más ilustrado y los garantes de la difusión del conocimiento, aunque este fuera sesgado. Incluso durante la Inquisición, en la que la quema de libros considerados herejes hizo que desaparecieran auténticas joyas literarias, muchos de estos monasterios guardaron en secreto esos libros heréticos cuyo conocimiento no debía llegar a la población pero cuyo valor era tan inequívoco que ni siquiera los monjes se atrevieron a permitir que desapareciera.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Reciclarse o morir

A veces, en la vida, uno echa la mirada atrás y piensa en las profesiones que imaginaba para sí mismo en la infancia y se ríe porque para nada encajan con su situación actual o con sus gustos de adulto. Sin embargo, otras veces, uno mantiene esos intereses que desarrolla más o menos en función del momento vital en el que se encuentre.
Cuando tuve que decidir qué carrera estudiar, mis opciones fueron cuatro: Historia, Derecho, Periodismo y Traducción. Las dos primeras eran mis soluciones de emergencia, las únicas que me gustaban en la universidad de mi provincia. Periodismo era la que más me tiraba en aquel momento y Traducción le seguía muy de cerca. Al final, convencí a mis padres de que enviarme fuera no era una locura así que estudié lo que quise y trabajé en ello durante once años. Después, aparqué mi profesión para desarrollar mi vida personal y, cuando quise volver al ruedo, me encontré con que mi empresa no tenía prisa por reincorporarme. Mientras tanto, y desde mucho tiempo antes, decidí explorar mi otra pasión: los idiomas. Comencé con cositas pequeñas como correctora de textos y poco a poco me fui adentrando en el mundo de la traducción de una forma más o menos profesional. 
Entre la decepción que ha provocado en mi una profesión, la de periodista, llena de intereses y engaños en la que el interés general apenas tiene relevancia; las dificultades para retornar a mi puesto y la maternidad y las prioridades que he establecido al respecto, trabajar como traductora freelance, desde mi casa y conforme a mis propios horarios, me pareció una opción de lo más tentadora.
Han sido varios los trabajos realizados, en distintos ámbitos e idiomas, pero los que más repercusión pública pueden tener son aquellos que ya están disponibles para el mercado global. Se trata de las traducciones literarias llevadas a cabo de la mano de Babelcube.
La experiencia ha sido estupenda y tengo ganas de repetir aunque el aspecto económico no entra en la ecuación pues el sistema de trabajo de esta editorial online es la de cobrar solo en función de las ventas, lo que puede llegar a ser una forma de trabajar gratis. Como los trabajos los eliges tú y todo queda claro desde el principio, no hay engaño posible aunque es verdad que te queda un sabor un poco agridulce cuando ves que te has esmerado una barbaridad en un proyecto que puede que no tenga ningún beneficio económico para ti. Sin embargo, nunca se sabe donde te puede salir un buen cliente así que....
Mi primer libro publicado ha sido de un autor de reconocidísimo prestigio: Antoine de Saint Exupéry. Piloto de guerra es un libro narrado en primera persona, real como la vida misma y, por esta misma razón, sobrecogedor en ciertos momentos en los que la lectura te sumerge en la dureza de la Segunda Guerra Mundial.

miércoles, 19 de julio de 2017

La mafia del Estado

Soy de las que cree firmemente en las fuerzas de seguridad y de las que camina tranquila por España sabiendo que, si lo necesitara, podría recurrir a cualquiera de ellas, o a la mismísima justicia, con tooodas sus pegas, y sentirme segura, protegida. Siempre me ha enorgullecido ver que el nuestro es un país por el que puedes caminar seguro, sabiendo que la policía está para protegerte, que no te va a pedir dinero a cambio de su ayuda ni va a estar metida en ninguna cosa sucia que ponga en peligro su labor ante la ciudadanía. Hasta que te topas con el gran poder, claro. Entonces, lo increíble comienza a suceder a un ritmo tal que incluso te planteas si te habrás cambiado de país sin darte cuenta.
Aquí las cosas funcionan, y funcionan bien. Los funcionarios, los trabajadores de la Administración son grandes profesionales que cobran un salario y no esperan que este se vea incrementado con las "aportaciones voluntarias" de los ciudadanos en el ejercicio de sus trabajos. Si salimos un poco de casa y vemos como funciona todo en algunos países árabes o de América... entonces, hasta el español más renegado tiene que reconocer que aquí vivimos de verdad en eso que se llama Estado del Bienestar y que pese a sus múltiples fallos, este es un lugar en el que se puede vivir tranquilo, sin miedo a que te maten por una minucia y, desde luego, sin miedo a toparte con un agente de la ley que haga de todo menos cumplir la legislación que, en teoría defiende. Eso para el común de los mortales, el españolito de a pie, el que tiene un trabajo normal, profesional liberal o no, pero sin grandes implicaciones políticas o económicas porque entonces....
Entonces, surgen los accidentes, los suicidios inesperados, los robos con violencia, las muertes naturales en personas totalmente sanas... aunque tampoco podemos olvidar las vergonzosas inhabilitaciones de miembros de la carrera judicial por ejercer su función con la máxima independencia. Es ahí cuando a uno le entran ganas de echarse a temblar.
Hoy ha muerto Miguel Blesa. Uno que sabía demasiado. Aparentemente se ha suicidado con un arma larga, así, sin más. En medio del desayuno se ha levantado un momento para aparcar bien el coche, porque, aun estando dentro de una finca privada, debía estar a punto de caducarle el tique del aparcamiento. Por el camino, ha pensado, "¿qué pinto yo en la cárcel, con lo bien que estoy de caza con mis amigos?" y entonces, ha cogido una escopeta y se ha pegado un tiro en el pecho, porque además de corrupto y encubridor, el caballero tenía un siniestro gusto por saber qué sentiría al perder la vida poco a poco si fallaba el tiro y tenía que esperar a morir desangrado.
Antes han sido otros muchos y los que te rondaré, morena. 
Pero no es esta la única víctima colateral de la 'Cosa Nuestra' también tenemos a los jueces Garzón y Silva, inhabilitados por ser demasiado respondones e independientes. Porque para estar "en la pomada" no es necesario ser competente sino, fundamentalmente, tener unas tragaderas inagotables y estar dispuesto a mirar a otro lado cuando sea necesario. Me pregunto qué pasará ahora con Granados e Ignacio González, o incluso cuál será el próximo movimiento de Aguirre porque si la lideresa hablara.... sin duda haría una purga en el partido del copón y estaría mucho más cerca de ser ella la que manejara los hilos de un grupo que no es que esté afectado por la corrupción sino que es corrupto en sí mismo. 
Me acuerdo de las películas y me pregunto si todos estos muertos tan oportunos, murieron sin dejar las cosas atadas "por si les sucediera algo". Todavía no tenemos ningún cable de Wikileaks en el que se saquen los trapos sucios que callaban Barberá y otros que han corrido su misma suerte. Me pregunto si Blesa habría pensado en algo de esto o si ese será el motivo por el que Bárcenas sigue aún paseando su cabellera plateada por ahí.
La gente tiene miedo a los podemitas, por si nos convertimos en esa Venezuela que vemos en televisión pero ahora somos una especie de Sicilia con decorado escandinavo que nos hace pensar que el sistema funciona y que las muertes accidentales, inesperadas y oportunas son solo eso. Bendita casualidad.