martes, 30 de diciembre de 2014

Celebrar la Navidad es haram


Para un converso al Islam, el momento más crítico del año es, sin duda, las fechas en las que ahora mismo nos encontramos. ¿Cómo gestionar este tremendo cambio en tu vida sin que tu familia sienta que les abandonas, que ya no te importan? Difícil solución. O más bien, difícil tesitura. Porque la solución es sencilla. La inmensa mayoría de ulemas -sabios del Islam- lo tienen más que claro: no podemos celebrar la Navidad, ni tampoco desear Feliz Navidad ni hacer regalos a los niños, ni vestirles de Papá Noel, ni comer las uvas, ni jugar a la lotería. ¿Por qué? Porque aunque la fiesta se haya despojado de su sentido religioso y ya nadie se siente alrededor de la mesa con la idea de que ha nacido el Niño Dios y todas esas cosas, lo cierto es que su origen es el que es y decir que Jesús es Dios, o siquiera su hijo, es considerado shirk -asociación a Dios- y ése es el pecado más grande que un musulmán puede cometer. Ésta es la única respuesta posible. Ahora bien, cada uno, en su casa, lo disfraza como buenamente puede y actúa en consecuencia, como si el encontrar miles de excusas que le justifiquen fuera razón suficiente para los actos que llevan a cabo. Que si yo lo hago por mi familia pero no creemos en nada; que si no voy me desheredan; que si mi familia no entiende que me haya convertido al Islam; que si ellos aceptan todos mis cambios y yo tengo que hacerles alguna concesión; que si es un buen momento para hacer dawa -predicar- y enseñarles los verdaderos valores del Islam; que si mi intención no es celebrar nada; que si no quiero que los niños se sientan unos bichos raros en el colegio.... Excusas de todos los colores para justificar un hecho que no es excepcional sino que se repite anualmente y del que nunca terminarás de librarte porque los padres, que nos quieren y chantajean emocionalmente como nosotros a ellos, se encargan de recordarte cada año que es la única ocasión en la que se junta toda la familia, que no tiene un sentido religioso, que si el abuelo es mayor, que si casi no veo a mis nietos...
No digo que sea fácil pero... hay que coger el toro por los cuernos, hablar con las familias, hacerles entender nuestra postura, nuestra creencia y dejarles bien claro que nuestro amor por ellos no disminuye ni un ápice porque no nos juntemos a cenar en Nochebuena. Pero el camino fácil es siempre menos conflictivo y muchas veces, preferimos la bronca con la pareja antes que con los padres pero así.... flaco favor le hacemos a nuestros hijos. 
Los musulmanes nos quejamos constantemente de los problemas a los que debemos enfrentarnos, que si el Estado no nos respeta y bla, bla, bla. Pero lo cierto es que el 90% de los problemas que tenemos no se solucionan porque no nos enfrentamos a ellos, porque preferimos pasar desapercibidos y pedir menú vegetariano para nuestros hijos que solicitar un menú halal, ya comerán la carne en casa. Pero es que la vida no es así. También los diabéticos podrían comer un menú vegetariano y los celíacos, sin embargo, hay menús especiales para ellos en los colegios y nadie se rasga las vestiduras. Para empezar el comedor es un servicio por el que pagas y aunque fuera gratuito, se pagaría con nuestros impuestos así que igualmente tendrías derecho a exigir. Pero no, somos cómodos, inseguros, y preferimos que nuestros niños lleven un juguete nuevo al cole el 7 de enero (aunque lo hayamos comprado con ellos) a que estén suficientemente orgullosos de su religión y modo de vida como para explicarle a los profes y a los amiguitos que ellos no celebran los Reyes Magos porque eso no existe en el Islam. En lugar de eso, vemos a árabes recogiendo caramelos como posesos en la cabalgata, vistiendo a sus niños de pastorcillos para la función del colegio y diciendo alegremente Feliz Navidad a todo el mundo como si así fueran a estar más integrados. ¿Cuándo nos entrará en la cabeza que el extranjero, por muy desapercibido que pase en la sociedad de acogida nunca dejará de serlo? No pasa nada, no es un crimen ni una deshonra ni tampoco tiene que ver con ser rico o pobre, blanco o negro, cristiano o musulmán. Lo mismo que los españoles en América Latina siempre serán "los gallegos" y en España los guiris siempre serán guiris, los moros serán siempre moros, por mucho que celebren la Navidad o beban vino. Incluso yo, que soy española por los cuatro costados, he dejado de serlo a los ojos de la sociedad desde que llevo pañuelo. ¡Qué le vamos a hacer! Complacer al mundo para evitar miradas, suspicacias o rechazos es una forma estúpida de combatir el desconocimiento.
El trabajo que nos queda por delante no es sencillo y, por desgracia, nos toca más a los conversos que a los musulmanes de origen pero ya es hora de que estemos orgullosos de lo que somos, de que dejemos de escondernos, de que no creamos los estereotipos negativos con que nos bombardean en televisión y vivamos nuestra vida en paz y armonía con el resto de la sociedad pero sin renunciar a lo que somos. Del mismo modo que el testigo de Jehová, el del Opus o el ateo expresan sus creencias y viven conforme a ellas, los musulmanes tenemos que empezar a caminar con la cabeza alta, a explicarles a nuestros hijos por qué somos musulmanes, a enseñarles que nuestra religión no es un tostón en el que se ayuna y se esquivan las Navidades porque nosotros también tenemos nuestras fiestas y podemos hacer regalos, sólo que no coinciden con las del país en el que vivimos. Y no pasa nada. Hay espacio para todos.