miércoles, 17 de agosto de 2011

Madrid se 'paparaliza'

La principal arteria de Madrid, el eje Prado-Recoletos-Castellana, está estos días cortado al tráfico en la mitad de su recorrido y copado por los miles de peregrinos católicos que están ansiosos por ver a Benedicto XVI. El parque del Retiro ha dejado de ser, por unos días, ese pulmón verde multicultural para ser escenario de los doscientos confesionarios móviles que se han instalado para absolver los pecados de los fieles. Si España es aconfesional, si en la casilla de la declaración de la renta puedes elegir no dar tu parte a la iglesia, ¿por qué se destina parte de nuestro dinero a coordinar este evento? ¿Acaso se va a hacer lo mismo con el resto de religiones? Ya sé que la religión mayoritaria es la católica pero con este tipo de actos se discrimina a la población que no se siente representada por ello. No estoy en contra de la visita papal, me da lo mismo, deja dinero a la maltrecha economía española, atrae turismo... pero sí de que eso suponga cortar calles y ocupar espacios públicos. Que reserven pabellones o lo que sea, pero que se pague por ellos y que no interfiera en la vida de aquellos a los que no les interesa el acto.
Sin embargo, veo la nueva moda fiestera: inhalar alcohol para no dañar el hígado y destrozar los pulmones, y pienso que tal vez merezca la pena que Madrid esté estos días colapsado por una gente que, aunque no me represente, potencia los buenos sentimientos, las buenas acciones, apuesta por las relaciones sanas y sabe divertirse sin emborracharse o empastillarse aunque sólo sea porque así, tal vez, podamos replantearnos nuestras prioridades en esta vida. Ver que aún hay gente a la que le importan los demás, que cree que lo que haga en esta vida determinará su residencia en el Paraíso o el Infierno, es alentador cuando la sociedad nos empuja cada vez más hacia un mundo de perdición y exceso en el que el placer inmediato es lo único que vale.

martes, 9 de agosto de 2011

El Corán y las mujeres (Conclusión)

El Corán lo que te enseña es a fomentar unos valores que perdimos al son de la globalización y la cultura laica occidental. Si atendemos a lo que dicen los medios, con intención de manipular y fomentar la islamofobia o, simplemente, reflejando realidades puntuales que se viven en ciertos países: lapidaciones en Irán y Sudán, burka afgano, prohibición de conducir a las mujeres en Arabia Saudí... seguro que muchos dirán que el Islam no es una religión de paz ni tampoco igualitaria pero es que eso no es el Islam. Ser musulmán es seguir lo que dice el Corán y ahí no se dice nada de que haya que matar a nadie, aunque sean de otra religión, ni que las mujeres deban estar encerradas en casa o tapadas con una sábana que les impide ver y caminar, ni que ellas deban estar en casa mientras los hombres se casan con otras y disfrutan de la vida. En el Corán, lo primero que se hace es instar al estudio tanto a los hombres como a las mujeres, a que aprendan; se dice que la mujer debe estar siempre disponible para su marido y que el marido debe estar siempre disponible para la mujer; que cualquiera de los dos puede solicitar el divorcio; que en la religión no hay coacción que valga porque es algo personal que sale del corazón y nadie puede imponerle a otro una creencia; que aunque pueden casarse con hasta cuatro mujeres (aquí es muy importante señalar que el contexto se refiere al siglo VII y que apenas un 2% de los musulmanes del MUNDO son polígamos) Alá recomienda que sólo se casen con una; que la mujer debe mantener su recato en sus actos y su vestimenta y por eso recomienda el uso del hijab pero que son ellas quienes deciden si se lo ponen y en qué momento lo hacen; que el hombre baje la mirada al hablar con una mujer en señal de respeto y recato; que todos pueden rezar en la mezquita aunque deben agruparse por sexos porque eso facilita la concentración; que la carne debe ser halal porque se nombra a Dios y porque no se maltrata al animal con descargas eléctricas como en el resto de mataderos; que hay que ser buenas personas, compasivos, pacientes, tolerantes y solidarios; que se prohíbe la usura porque no es lícito enriquecerse a costa de los demás (por eso tenemos ahora esta crisis tan brutal); que sólo recordando a Dios y rezando a diario, el hombre es capaz de recordar que no es más que un habitante más de la Tierra, que no es dios sino criatura; que si ayunamos en Ramadán, sabremos lo que se siente al pasar hambre y tendremos una mayor conciencia social y así estaremos más cerca de Dios.
Obviamente todo esto no sirve de nada si no eres creyente pero, igualmente, si se quiere ver con mente abierta, y aunque haya cosas con las que se puedan no estar de acuerdo, lo cierto es que nada de lo que promueve es una locura, que tiene valores deseables por todos, que busca tener una sociedad justa, en la que todos tengamos de todo, en la que las familias permanezcan unidas basándose en el amor y el respeto, en que seamos mejores personas y mejores ciudadanos. Aquellos que crean que el mundo surgió de la casualidad y que surgimos de una célula microscópica que hoy salió del agua y mañana tal vez llegara en una nave espacial, no estarán de acuerdo en eso de rezar a Dios, de darle las gracias, pero tampoco podrán negar que algo de lo que acabo de mencionar sea malo para el hombre o para quien le rodea. Poner límites no es coartar la libertad de nadie, es establecer un orden para que las cosas funcionen. Al menos eso es lo que enseñamos a nuestros hijos ¿no? Por todo lo expuesto dejé de pensar que las musulmanas conversas eran unas locas ignorantes y decidí asumir este modo de vida en apariencia tan distinto del anterior pero, en realidad, tan parecido, sólo que está formado por gente que intenta con cierto ahínco luchar contra ese conformismo occidental. De repente, encontré la forma de vida en la que encajaba, la forma de ser que me convencía, el tipo de sociedad que querría para mi y el modo de vida que me gustaría enseñar a mis hijos.
Siento haberme alargado tanto, pero espero que esta explicación haya servido para responder a sus inquietudes.

El Corán y las mujeres (La dictadura de la sociedad)

¿Por qué tengo que llevar un vestido con escote de vértigo cuando mis colegas de profesión van con un traje y corbata pasando calor en pleno verano? Yo entiendo que la llamada al recato en el Corán va por ahí porque, nos pongamos como nos pongamos, y aunque me pese, lo cierto es que no somos iguales, no es lo mismo ser hombre que mujer y la sociedad también reconoce estas diferencias aunque nosotros las hayamos interiorizado. Lo que más rabia me da es que esta sociedad hipócrita en la que vivimos nos hace creer que gozamos de total libertad cuando las mujeres no dejan de ser objetos por más que se trate de señalar con el dedo a los demás. Aunque las operaciones de estética han crecido entre los hombres, son las mujeres las que se someten a ella con más frecuencia presionadas por una sociedad de consumo que potencia las mujeres eternamente jóvenes y perfectas, desnaturalizadas, en las que ser madre no está bien visto y en la que la realidad dice que tenemos que ser supermujeres para poder llegar a todo. Porque a pesar de todos los avances, la conciliación de la vida familiar y laboral sigue siendo una utopía.

El Corán y las mujeres (La vestimenta)

En cuanto a la vestimenta, se establece que ambos deben ser recatados, en el actuar y en el vestir, si bien se recuerda que las mujeres son seres más frágiles y sus atractivos deben permanecer ocultos a la vista de los hombres que no sean sus maridos o de su familia. A ver, que este punto es polémico. Si lo vemos desde una perspectiva feminista occidental, más de una puede echarme a los leones pero vayamos por partes. Lo de la fragilidad es evidente: somos más sensibles y con menor fortaleza física. Que es injusto, tal vez. Pero la realidad es que a una mujer se la puede herir con facilidad con según qué palabras (por eso el Corán recuerda que hay que ser cariñosos unos con otros y que no se debe ser brusco con las mujeres) y somos las únicas a las que se puede violar, entre otras cosas, porque hasta el hombre más enclenque suele tener más fuerza que una mujer. Es por ello, que nos pongamos como nos pongamos, no somos exactamente iguales. No en cuanto a derechos o deberes civiles, pero sí en cuanto a constitución física, psíquica y roles en la familia o, incluso, en la sociedad. Por estos motivos, pensando muchas veces en la protección de las mujeres, se las invita al recato en el vestir para que no sean consideradas un objeto y sean valoradas por su intelecto o por su personalidad y para que, se reserven lo mejor de sí mismas, físicamente hablando, para sus maridos. A ver, si queremos verlo desde una perspectiva feminista en plan “nosotras parimos nosotras decidimos” pues habrá quien diga que estoy chalada pero ahora mismo, las mujeres no somos sino objetos de deseo, muy a mi pesar. ¿En qué se traduce? En la forma de hablar de los chicos: “mira que tía más buena”, “ a ésa la echaba yo un buen ....”, etc, etc. En los trabajos, sobre todo si son cualificados, se contrata a las guapas (basta con ver la tele: Helena Resano vs Pedro Piqueras; Sara Carbonero vs Patxi Alonso; Susana Griso vs Matías Prats....) sobre las feas, aunque éstas estén más cualificadas. En los ambientes laborales donde abundan los hombres, te meriendan con la mirada, no siempre te miran a los ojos cuando te hablan y ni siquiera esperan que sepas sumar. Al menos es mi experiencia, aunque esto obviamente no sucede en todos los casos. Estamos acostumbrados a ver los tatuajes de todo el mundo, hasta los más recónditos; la ropa interior de todo el mundo; lo único que importa es exhibirnos pero el hecho es que entre los hombres, a pesar de que son libres e iguales a nosotras, sólo van de esa guisa los ni-nis poligoneros o los gays que deciden pregonar su condición a los cuatro vientos.

El Corán y las mujeres (¿discriminación?)

Al principio, aunque quedaba con algunas mujeres de vez en cuando, pensaba que era imposible que una mujer española, criada aquí, con toda esa libertad que las feministas se empeñan en recordar que se ha conseguido con tanta sangre y sudor, pudiera convertirse en musulmana y, a la vez, estar en plena posesión de sus facultades. Pensaba, incluso, que eso tenía que ser porque no tenían estudios o no habían salido nunca de casa, o eran feas, ¡menudas razones! Sin embargo, poco a poco fui planteándome la posibilidad de que yo fuera la equivocada. El Corán, de veras recomiendo su lectura, siquiera a modo de investigación, es un libro sagrado que comparte en esencia los principios de la Biblia con un lenguaje que, a mi juicio, es menos agresivo que el del Antiguo Testamento, que me parece de todo menos lleno de amor. En él, se recogen, a mi juicio, muchos aspectos que son comunes a las demás religiones, sólo que los creyentes de las otras se han relajado en su práctica y los musulmanes no. Al contrario de lo que se piensa, en ninguna parte del Corán se discrimina a las mujeres tal y como afirman sin sonrojarse los medios de comunicación. Ni poco ni mucho ni nada. Ambos irán al Paraíso o arderán en el Fuego eterno y serán juzgados conforme a sus actos el día del Juicio Final. No importando lo que sus hijos, hermanos, padres o cualquier otro familiar hagan. Cada uno pagará o será recompensado sólo por lo que haga. Obviamente, tanto unos como otros tienen todo el derecho a trabajar fuera del hogar si bien muchas mujeres eligen quedarse en casa. De hecho, la primera mujer del Profeta Mahoma, Jadiya, era una importante comerciante de la época y nadie llevaba sus asuntos salvo ella. Las únicas diferencias, que no discriminaciones, se establecen en dos puntos: la herencia y la vestimenta. La herencia establece que la mujer recibe una parte menor que el hombre (no recuerdo la proporción) por una única razón: mientras que el hombre está obligado a mantener a su familia, la mujer puede disponer de su dinero como quiera y su sustento debe estar garantizado o bien por el padre o bien por el marido. Veamos esto en términos no extremistas, por favor. Obviamente, puede trabajar y mantenerse ella sola al igual que en España. Sólo que, en términos de reparto de herencias, se trata de proteger a los cabezas de familia, que tienen que alimentar a más bocas y son responsables de más personas mientras que las mujeres no tienen esa obligación y ni siquiera sus maridos pueden obligarlas a compartir ese dinero si no quieren, aunque machistas pueda haber como en todas partes. Nótese que, normalmente, las mujeres musulmanas no viven solas sino que forman parte de grandes familias y no es común que permanezcan solteras.

El Corán y las mujeres (Introducción personal)

¿Por qué el Corán insta a las mujeres a cubrir su cuerpo y a los hombres no? Esa es una cuestión que, antes de conocer el Islam, me parecía tremendamente injusta y discriminatoria, como si las mujeres no valiéramos nada y tuviéramos que escondernos. Residí durante un tiempo en una ciudad donde la proporción musulmanes/cristianos era del 50% y traté de aprovechar mi condición de periodista para tratar con musulmanes e indagar un poco más sobre una religión que era tan diferente a la que, de algún modo, yo había aprendido. Preguntaba y preguntaba sin parar y cada respuesta que obtenía de los propios musulmanes, me convencía aún más de mis prejuicios. Ninguno de aquellos con los que me topé supo darme una explicación detallada de las razones y, tanto hombres como mujeres, se limitaban a regalarme un “porque sí” para cada una de las preguntas, no siendo su respuesta tanto una forma de librarse de mi como una expresión de la dificultad que tenían para explicar conceptos que aprendían desde pequeños y que, tal vez, ninguno se hubiera parado a plantearse antes, habida cuenta de que en esa ciudad, musulmanes y cristianos coexistían pero no convivían. Mucho tiempo después, conocí a otro musulmán que me hizo ver las cosas de diferente manera. Esta vez yo no iba tanto de periodista ávida de conocimiento como de resabidilla. Compartiendo muchas horas de trabajo y de charla, me di cuenta de que tal vez yo estuviera equivocada pues él siempre tenía respuestas que nada tenían que ver con lo que yo creía saber y que me descolocaban y me hacían replantearme hasta qué punto yo sabía algo o ésta era una persona excepcional con un entendimiento de la religión única en su especie o quién sabe qué. El caso es que, por tercera vez, tuve que hacer las maletas y, una vez más, nuevos musulmanes se cruzaron en mi camino. A estas alturas, empezaba a creer que ya no eran casualidades, que ese Dios del que sólo me acordaba para pedir cosas o solucionar lo malo, quería decirme algo.

martes, 2 de agosto de 2011

La crisis alimentaria

¡Somos la leche! ¡Qué facilidad para inventar eufemismos! ¿Crisis alimentaria? Es que lo veo y no lo creo. El ayuno debería estar prescrito por ley, ¡por listos! Hoy aún estoy más contenta que ayer de haber iniciado el Ramadán porque sólo así soy todavía más consciente de hasta qué punto somos hipócritas. Si todo el mundo ayunase por obligación, tal vez nuestros valores se volverían más humanos, por solidaridad, por aquello de ponerse en la piel del otro. ¿Cómo podemos hablar de crisis alimentaria en Somalia? Una crisis alimentaria se produce si escasean las verduras por una mala cosecha, si los precios básicos se ponen por las nubes, si para poder ir a la universidad mi familia se tira cinco años comiendo patatas viudas. Pero no si la gente se muere de hambre. Creo que hablar de crisis es reírse en su cara. Crisis es la que tengo yo ahora, que son las cuatro de la tarde y no veo la hora de que den las nueve para irme a compartir con unos amigos una cena de Ramadán, teniendo la certeza de que hoy, de nuevo, me costará dormir porque me habré dado un atracón indecente. Morirse de hambre no es una crisis. Es una vergüenza para quien mira de brazos cruzados, es una forma terrible de ganarse el Paraíso para quienes lo padecen.

lunes, 1 de agosto de 2011

Ramadan mubarak



















Hoy es el primer día de Ramadán y, por fortuna, mi estreno no viene acompañado de las altas temperaturas que suelen sufrirse en agosto en Uriolistán. Suena el
adhan del atardecer, señal inequívoca de que, tras 17 horas de abstinencia, puedo por fin comer. Me cuesta levantarme de la cama. Aún tengo que hacerme un buen plan de sueño que me permita esquivar algunas horas de hambre y calor, cumplir con mi horario laboral y comer sin tener que pedir vacaciones para alterar por completo el ritmo. Es curioso como el síndrome de la penúltima hora ataca, haciendo que no pienses en otra cosa que no sea un vaso de agua o algo de comida, y te abandona justo en el momento en el que, pudiendo romper el ayuno, no tienes ninguna prisa por atracar la nevera y dejarla tiritando. Supongo que la mayoría de los que me conocen pensarían que estoy chalada por "imponerme restricciones cuando, por fin, hemos alcanzado altas cotas de libertad" pero no miento si digo que me encuentro de maravilla, felizmente agotada y ansiosa por ver cómo voy a ser capaz de llegar hasta el último día sin pinchar por el camino. Apenas sí he tenido tiempo de organizarme, aún arrastro algo de sueño y cansancio del viaje y comparto esta fiesta conmigo misma pero ya noto los efectos de tan singular celebración, que te permite alcanzar la paz y la tranquilidad mediante la privación y la consecuente agudización de los sentidos. No hace falta ser budista ni tener tendencias ascéticas inalcanzables para sentir ese cambio de actitud en uno mismo. Es como si te despojases de todo el lastre que te acompaña durante el año, de toda la superficialidad de la sociedad y sólo quedases tú a solas contigo y más vale que te guste la compañía porque es la única presencia humana que te acompañará en todos y cada uno de los segundos de tu vida. La verdad es que, a pesar de ser mi primera vez, tengo la determinación de concluirlo y hacerlo sin tomarme ninguna licencia por aquello de ser novata. Me encantaría que las circunstancias fueran más propicias y que este primer Ramadán, aunque no lo sea oficialmente, fuera uno de verdad, rodeada de familia con la que compartir un mes tan especial, y es que el Islam en soledad tiene menos sentido que una cena de Nochevieja con tortilla de patatas. Pero la realidad es la que es y mi ilusión por ayunar estos días es aún mayor que las ganas de vivirlo en el faro, mientras observamos el mar en calma. Si toca estar mar adentro, aunque no sea lo soñado, habrá que adaptarse a las circunstancias. Ramadan mubarak.