sábado, 5 de marzo de 2011

Capitalismo: una historia de amor


Ganó un césar y un óscar en 2002 por Bowling for Columbine y se dio a conocer ante el mundo como director de documentales. Al principio, supongo que nadie fue capaz de ver, o de tomarse en serio, las pretensiones de este típico estadounidense de clase media que se pasea por su país con una gorra de béisbol en la cabeza y una cámara en el hombro dispuesto a sacar los trapos sucios de "la Gran América", esa que se apropian sin sonrojarse los hijos de los Padres Fundadores.
Desde luego no es el típico hombre lleno de éxito y glamour que podría convertirse en asiduo de la alfombra roja, cada vez más superficial, por lo que sus ansias de cambiar el mundo no serán reconocidas con premios cinematográficos. Pero no importa, ni a él ni a nadie. No está aquí para hacer dinero, no está aquí para subirse a un tren de vida desenfrenado. Como dice en la película que he elegido hoy como título: "Me niego a vivir en un país así y no pienso irme". En esta ocasión habla de Wall Street, un ser sin rostro que destroza sin piedad las vidas de quienes ocupan los escalafones más bajos del capitalismo o mejor dicho, de quienes no ocupan los elitistas puestos de la economía global. No hay nadie con quien no se atreva: la Asociación Nacional del Rifle, el sistema sanitario, la manipulación de la población, el capitalismo, George W. Bush, los grandes hombres de las finanzas, la injustificada invasión de Iraq... Michael Moore no parece que sea el tipo de persona al que se le pueda hacer callar diciéndole NO, ni cerrándole la puerta, ni tan siquiera negándole el reconocimiento al tipo de cine que hace. Es de esas pocas personas que no ansían tener más y más y que luchan porque todos compartamos el pastel, por conseguir que el capitalismo sea vencido por la democracia, por deshacerse de la oscura mano negra que, buscando siempre el dinero y el poder, gobierna en la sombra. En los tiempos que corren, alzar la voz en contra de los poderosos no está de moda ya que puede ser incluso peligroso. Muchos piensan lo mismo pero no es atreven a actuar por miedo a las consecuencias y hacen del lema: "más vale lo malo conocido..." el motor de su vida. A pesar de que el enemigo es fuerte y puede aplastarnos con la misma desidia con que aplastaríamos a una hormiga, resulta reconfortante ver que hay gente capaz de hacerse un pequeño hueco en el Gran Hermano y utilizarlo para cambiar el mundo, para que esta sociedad en la que vivimos sea verdaderamente un lugar más justo y confortable para todos y no un jardín del Edén para unos pocos. Lejos de pensar que él ya cumple el cometido por todos nosotros y que con apoyarle mentalmente vale, la actitud desafiante de este hombre debe servirnos para que cada uno de nosotros hagamos nuestra pequeña revolución doméstica porque así, a base de pequeños gestos, lograríamos tener ese mundo justo y perfecto con el que todos soñamos de niños.

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