martes, 15 de febrero de 2011

Insoportables incongruencias occidentales



El mundo está cambiando. Ahora mismo, ante nuestros ojos, sin que podamos hacer nada para evitarlo. Los iraníes, contagiados por el entusiasmo de egipcios y tunecinos, han salido a la calle de nuevo para protestar por el "pucherazo" que alzó de nuevo al poder a Ahmadineyad hace ya dos años; los yemeníes, hartos de tanta pobreza y opresión también han alzado la voz; Jordania, Siria, Argelia, todos, en mayor o menor medida están mirando con atención lo que pasa en casa del vecino e intentan sofocar, como pueden, las revueltas. Pero lo mismo que en España no pudimos frenar la inmigración, por más que eleváramos nuestras vallas y reforzáramos la presencia policial en la frontera, en el mundo árabe parece que las dictaduras tienen los días contados o, en el peor de los casos, si se mantienen, pasarán unas cuantas noches sin dormir ante el peligro de que se les acabe el chollo, de que su sometido pueblo diga basta. Son muchos los que creen que los árabes, indómitos por naturaleza, son tan salvajes que son incapaces de gobernarse. De momento, el Ejército egipcio no lo está haciendo mal y se ha puesto manos a la obra para la reforma constitucional; Túnez ha empezado por proclamar la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos excepto en la cuestión hereditaria, donde sigue imperando la ley coránica que establece que el hombre, que tiene la obligación de mantener a toda su familia, recibirá una parte mayor en el reparto mientras que la mujer, libre de cualquier tipo de carga familiar y que puede optar por guardar el dinero para su uso y disfrute personal, tendrá una proporcion menor.

Y mientras ahí seguimos nosotros ¡oh ejemplos de la modernidad! intentando juzgar a un corrupto y abusador Berlusconi, aguantando a un inepto Zapatero que permite que cada vez haya más gente rebuscando en la basura para tener que comer, o viendo como Obama pierde apoyos cada vez que plantea su utópico modelo de igualdad para que, al menos, todos sus conciudadanos tengan acceso a una atención sanitaria digna. Una tarde de estas me mudo, en serio, es que ya no puedo más de la vergüenza. ¿pero qué clase de mundo estamos construyendo?

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