lunes, 6 de julio de 2009

Traumas infantiles

De pequeña jugaba con mis amigos a las guerras. Nos dividíamos en dos grupos y nos dedicábamos a capturar al enemigo durante toda la tarde hasta el momento en el que nuestras madres nos llamaban para merendar. Entonces, se producía el alto el fuego que, veinte minutos después, permitiría la reanudación de la batalla hasta el momento de volver a casa para cenar y esperar ansiosos la llegada del día siguiente. Las guerras eran de distinto tipo en función de la edad. En los primeros años las niñas no teníamos derecho a participar porque éramos un rollo: lentas, protestonas, lloronas y siempre queriendo introducir cambios que demostraban que no teníamos ni idea de cómo era la vida de un soldado. En los años previos a la pubertad la participación de las chicas ya empezaba a tener su gracia. Siempre nos encomendaban las tareas más aburridas y menos peligrosas e, hiciéramos lo que hiciéramos, siempre terminábamos con una rodilla magullada o tragando agua en la piscina. Según fuimos entrando en la adolescencia, a las guerras le sucedieron otros juegos con un mayor toque de picardía, las salidas nocturnas o las excursiones en tren a los pueblos cercanos. Una vez superados los años más duros de la edad del pavo, nuestros intereses iban más próximos a los conciertos, el ligoteo, el deporte, las vacaciones y la universidad. Siempre pensé que éste era el común denominador de todos los chavales de mi generación en un país en el que la clase media me parece la más frecuente pero cada vez que abro el periódico y me encuentro con la detención de uno de mis vecinos no puedo evitar pensar que hubo muchos que se quedaron atascados en los juegos bélicos infantiles y, aún hoy, siguen sin darse cuenta de que viven una realidad que sólo existe en sus cabezas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

David.
Para mi la guerra de sexos comenzó cuando mi hermana secuestro a mi geiperman para casarlo con su barbie, después siguió con una amiga de ella que se empeñaba en jugar conmigo a los médicos a las tinieblas y a beso atrevimiento verdad, después de esto me olvide de las pistolas, las espadas y los clic de playmobil, sin duda soy una victima de la presión hormonal en las niñas de 13 años. Eso si entendí que dos no dialogan si no se conocen.