lunes, 11 de noviembre de 2013

Un Día del Cordero en Walvis Bay

Ahora que tengo los documentos gráficos, me explayo un poco más en la celebración que tuvo lugar hace ya casi un mes en la mezquita de Walvis Bay. Estábamos ansiosos por compartir con la comunidad local una de las dos fiestas más importantes para los musulmanes y lo cierto es que no quedamos en absoluto decepcionados. Aquí, al igual que en Marruecos, celebramos la fiesta un día más tarde, tal y como también lo hace Sudáfrica, llevando así la contraria a la mayor parte del mundo musulmán, pero consideraciones políticas aparte, la fiesta fue realmente estupenda.
Aunque en este pueblo cuesta ver salir el sol debido a la bruma del mar, lo cierto es que a eso de mediodía los rayos mostraban todo su esplendor con un día cálido y claro, digno de cualquier celebración. La cita fue a las ocho de la mañana. Momento en el que se rezaban los dos rakaats previos al comienzo de los sacrificios de los animales. La concurrencia no era excesiva. En la sala de las mujeres apenas éramos una veintena aunque sí había muchos niños y los hombres nos triplicaban en número. Cosa curiosa. En España, también suele haber más hombres que mujeres pero los números están más equilibrados porque muchos de ellos, aunque vengan solos, terminan casándose con españolas conversas. Sin embargo, en Walvis Bay, hay musulmanes de origen (que rondan la cuarentena) pero también hay muchos musulmanes conversos, que apenas pronunciaron la shahada hace un año o dos, que tienen menos de treinta años y que están aún solteros.
En España lo llamamos Eid (fiesta), pero por estas latitudes lo llaman Qurbani que en árabe quiere decir sacrificio. Tras el rezo, pues, comenzó el qurbani: una vaca y cincuenta cabras y ovejas. Ahí es nada. ¿La organización? Impecable. La mezquita, además de tener una pequeña escuela y albergar la casa del imam, tiene mucho espacio libre para realizar los sacrificios en las mejores condiciones (con su toma de agua, su desagüe para la sangre, un espacio para poner los animales sacrificados...) ¡nada que ver con la logística tan precaria que hay en España! donde cada cual, si puede matar al animal en persona, tiene que ingeniárselas para llevarlo a cabo: el jardín, el patio trasero, el monte, ¡o incluso la bañera de casa!
Mientras un grupo sacrificaba a los animales pronunciando las palabras Allahu Akbar (Dios es grande), otro se encargaba de colgarlos para despellejarlos. Para esta tarea, se había contratado una cuadrilla de muchachos que hacía mucho más ágil el trabajo. 
 
 
 Una vez que estos despellejaban los animales, era el turno de trocear la carne, separar las vísceras y dejarlo todo listo para que las mujeres macerasen lo que luego comeríamos a la brasa, porque allí mismo, en la mezquita, había tres enormes parrillas para cocinar carne. No sé cuánto comeríamos pero todo lo demás, se repartió entre el vecindario, tal y como exige Dios en el Corán.
 
La experiencia fue preciosa, muy distinta a lo vivido anteriormente. En ciertos aspectos fue más auténtica porque se mataron muchos animales (mis experiencias anteriores habían sido ver matar dos o tres corderos o traerlos ya directamente sacrificados por terceros) y se juntó mucha gente, la pequeña comunidad de Walvis Bay. Sin embargo, eché de menos las caras amigas, el calor de las amistades forjadas tan lejos de aquí y deseé, por un instante, que todos estuvieran aquí con nosotros, disfrutando de una experiencia tan enriquecedora, tan multicultural.
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

te echamos de menos !!!! Sobre todo Javier y Gabi que se van a quedar solitos en breve ajajajaj