jueves, 6 de mayo de 2010

Gratos descubrimientos

Buceo un poco por el "cara libro", que dice Madus, y me encuentro con que el pitufo gruñón también tiene un blog. Aprovechando el poco lío que hay en el trabajo enredo un poco en sus entradas para ver qué es de su vida, que se cuece, para dejar de mirarme el ombligo. Supongo que no me sorprende comprobar que estamos todos igual de perdidos, que una vez que dejas la universidad tu mundo se tambalea y comienzas a ser dueño de tu destino. Suena bien, ¡oh sí!, pero en la práctica es todo tan confuso, tan difícil, tan terrorífico que son infinitas las veces en que estoy tentada de apartarme del camino, de dejar que mi vida sea la que avance sin mí, la que tome sus decisiones y, mientras yo, agazapada tras una gran roca en el camino, espere el momento de reincorporarme a un momento más fácil. La otra alternativa que se me ocurre es igual de valiente: correr a acurrucarme en el sofá junto a mi padre y esperar que sea él quien me diga lo que tengo que hacer, lo que es mejor para mí. Soluciones absurdas para un caos emocional, para una etapa de inestabilidad, que debo afrontar por mí misma. Sea como sea pero siempre avanzando y con paso bien firme. A veces creo que no voy a encontrar mi lugar nunca, que este inconformismo vikingo que me caracteriza es mi auténtica fuente de infelicidad pero... No, no es posible. Sólo los que somos inconformistas hacemos que el mundo avance, quién sabe hacia dónde, pero que avance. Sólo tengo que encontrar el sendero, mi propio yo me dirá cuándo debo parar, cuándo tengo lo que quería. No sé en qué punto de mi existencia decidí que el mundo era lo suficientemente grande como para no malgastarlo quedándome en el sitio que nací, escribiendo noticias sobre las fiestas de la patrona, los líos PSOE-PP y las movidas sindicales de la Sniace. Sin embargo, creo que esa inquietud ha sido la artífice de la vikinga que soy ahora, con todas mis virtudes y defectos. Mi inconformismo es galopante pero no constante. Viviendo en Madrid tenía claro que no quería pasar el resto de mi vida allí porque el coste de la vida es demasiado como para vivir en el centro teniendo una familia, sin embargo, me encontraba a gusto en la ciudad, tenía todo lo que necesitaba, a la gente que más quería. Ahora siento un poco que he vuelto al principio. Tengo una casa en la que ni vivo ni tengo intención de vivir. Resido en una ciudad que no me gusta, que no siento como mía, en la que no quiero quedarme. Tengo un trabajo genial que no me satisfará eternamente porque es demasiado específico, abarca un universo demasiado técnico que no me interesa lo suficiente como para pensar en detenerme definitivamente. Tengo una vida que no me gusta y que quiero cambiar sólo que mi eje no acaba de asentarse, es lógico el movimiento de traslación, hoy aquí, mañana allá, pero el de rotación se asemeja demasiado a una batidora, nunca está todo perfectamente batido, desmenuzado, triturado. Trato de hacer todos los cálculos posibles, de comunicarme con él en su propio lenguaje, el matemático, pero ahora incluso duda de la posición exacta de los meridianos y los paralelos, al fin y al cabo, se trata de líneas imaginarias ¿no? Cada vez entiendo mejor a Mafalda: "¡paren el mundo que me quiero bajar!".

1 comentario:

David F. Pascual dijo...

quilla pos dime cómo se quita eso del texto de los comentrios o confirmación o lo que sea