miércoles, 27 de enero de 2010

Aprendizaje desde el exilio

Recorro las frías calles de la ciudad y, por primera vez, caigo en la cuenta de lo duro que es ser inmigrante en un territorio en el que constantemente te recuerdan que no eres como los demás, que eres diferente, que eres inferior (¡qué distinto si eres un turista o un rico extranjero al que hacerle la pelota!) y que, por lo tanto, tienes que agradecer el suelo que pisas y que muy a su pesar te acoge. Entonces pienso en que lo que a mi me resulta duro no es más que un cuento de hadas discurriendo por un camino más sinuoso del habitual que nada tiene que ver con esta otra realidad. Y de repente me siento egoísta pero también más comprensiva, más tolerante, más abierta y menos intransigente hacia quienes, hartos de tanta injusticia, de tanto maltrato, de ser unos parias en el soñado primer mundo, se refugian en sus tradiciones, en su cultura, en sus raíces y deciden ignorar a quienes les tratan como si no existieran de la única forma que saben: creando sus propios universos. Creando pequeños espacios de la tierra que dejan atrás para llevar con mejor cara la incomprensión, la frialdad, el aislamiento, el desprecio de aquellos a los que, tal vez un día, soñaron conocer. ¿Integración? Sí pero todos tenemos que poner de nuestra parte, dejar a un lado nuestros miedos, nuestros prejuicios y abrirnos a todo lo bueno que "los otros" pueden aportarnos. Porque todavía no ha nacido el hombre, la cultura, la idea, la civilización perfecta. Porque la única forma de sobrevivir a la historia es discurrir por el camino del mestizaje, abrir las puertas a nuevos aires y dejar que estos recorran las estancias más rancias de nuestra mente.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

David te dice.
Nube negra ¿Donde estas? Tu destino te persigue, ¡corre!

Mario dijo...

Este post en realidad habla de carnosos cms de amor :-P

Abrazucos!

Nubenegra dijo...

Hola David, más que mi destino, que ahora no sé dónde está, lo que me persigue es la Nube Negra. Hay días en los que logro dejar que un rayo de luz intensa me ilumine pero el intenso frío de Polonia hace que muchas veces me abandone a mis orígenes y deje que, en medio de tanta soledad, al menos mi Nube me acompañe.

Claudio dijo...

Yo estoy convencido de que precisamente la identidad de uno se realza más en una ciudad en la que uno es un desconocido, donde sabe que puede estar paseando una tarde entera sin que nadie lo reconozca por la calle, porque entonces sus percepciones y sus estados de ánimos son puramente suyos, no se entremezclan con los de los seres queridos que lo suelen rodear, de modo que a veces uno descubre cosas de suyas que desconocía. Estar solo, meridianamente solo, en una ciudad nueva y desconocida puede ser una experiencia dura pero es siempre una experiencia enriquecedora, una condición necesaria para la vida, como una vez le leí a alguien, así que aprovecha tus primeros días sola en esa ciudad, porque es una experiencia que nunca más podrás volver a sentir.

Nubenegra dijo...

Tienes toda la razón pero creo que esa experiencia es mucho más enriquecedora si la buscas tú. Como, de alguna forma, mi nuevo destino es impuesto, mi cara a cara conmigo misma es mucho más duro y totalmente innecesario porque yo ya sé cuánto necesito a la gente que quiero, ya sé cuánto me aportan, ya sé que lo verdaderamente importante es la gente, tu gente, y no el dinero, ni la fama ni nada más. Siempre lo he tenido claro, por eso, ahora que he sacrificado lo importante, aunque sea temporalmente, me siento justo como siempre supe que me sentiría y no me gusta.