Deambulaba sin rumbo pero feliz. Caminaba con las manos en los bolsillos pensando en sus libros, su trabajo, sus historias. Era una apacible tarde de otoño y el sol se escondía por el horizonte. De repente, al doblar la esquina, una luz cegadora le sacó de sus pensamientos y le obligó a detenerse. Allí, en mita de la calle estaba ella. La mujer con la que siempre había soñado, aún más bella y sonriente de lo que esperaba. Miró a su alrededor y el mundo seguía su curso, nadie parecía percatarse de la energía que irradiaba, del hallazgo tan increíble que suponía aquel encuentro inesperado.
No habló, tan solo sonrió y le tendió la mano. En cuanto sus dedos se tocaron surgió ante él la imagen futura de la que sería su vida, aquella que tantas veces había soñado y que aún no había alcanzado. Entonces, ella dio unos pasos pero hubo de detenerse ya que él estaba inmóvil. Todo había sucedido tan deprisa que fue incapaz de moverse, la emoción le embargaba pero estaba totalmente paralizado por el miedo. Quiso gritar pero ni un sólo sonido salió de su garganta. Ella permaneció expectante, primero sonriente, luego con la tristeza dibujada en su rostro, comprendiendo. Le dio un beso en la mejilla y desapareció.
De eso hace ya mucho tiempo y no hay día en que él no se "pierda" por aquel mismo lugar con la esperanza de hallarla de nuevo pero dos veces sería tener demasiada suerte.
3 comentarios:
Ejem... 'mitad' ñiñiñiñiñi... ¡jajajaja!
A menudo cuando dejamos algo atrás tendemos a aferrarnos a ello... ¡Un relato genial!
¡Besines!
Hola ángel, ya sabes, la clave está en no desperdiciar las ocasiones, en olvidarse del poder y no pensar que siempre habrá otra oportunidad porque en una de esas, puede ser demasiado tarde.
David;
Hay una canción de Quique Gonzalez que dice:
"Peor que el olvido fue frenar las ganas de verte otra vez,
peor que el olvido fue volverte a Ver"
En el amor perdido no existe la casualidad perfecta, por eso es un amor perdido.
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