Sábado por la tarde. Llueve, graniza, se hace de noche antes de las seis. Al borde de los 30 o con ellos ya cumplidos una decena de amigos se reúnen en un hotel vacío. Con una cámara de video, algunos disfraces y mucha paciencia se montan una tarde-noche cinematográfica alrededor de una idea friki con ángeles y demonios como protagonistas. Nadie tiene prisa por ir a casa, por salir de fiesta.
Me encanta conservar este espíritu infantil que nos anima a estar juntos y no necesitar más. Es la mejor terapia ante los obstáculos de la incipiente madurez.
Muchas gracias por ayudarnos a dejar atrás a Peter Pan de una forma menos traumática, Quentin. ¡Estoy deseando repetir güey!
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