Donde quiera que va le sigue la polémica, su excentricidad atrae a los medios de comunicación. Su seguridad personal recae en la guardia amazónica: femenina, virginal y experta en artes marciales y se hace acompañar por este singular séquito donde quiera que va. Tan sólo necesita un espacio abierto para plantar su lujosa jaima y crear su pequeño refugio y Muammar Al-Gaddafi está satisfecho. En la cumbre de la FAO tampoco ha pasado desapercibido, no es su estilo. Habló con una agencia de eventos para que le enviasen a 200 chicas: que midieran más de 1,70 metros, no llevaran minifaldas cortas ni grandes escotes y fueran guapas. Muchas fueron las candidatas, que por un puñado de euros debían frotarse las manos ante la sola idea de frecuentar un sarao al más puro estilo Berlusconi. No puedo decir que me sorprenda pero en ningún momento se informó a las asistentes de lo que allí iba a suceder: el líder libio, ni corto ni perezoso, se marcó una sesión de islamización al más puro estilo Vaticano y trató de convencer a las muchachas de que abrazaran esta fé prometiéndoles además que gozarán de "los mismos derechos que los hombres pero no de los mismos deberes". Al menos, va con la verdad por delante. Como colofón al evento se permitió obsequiarles con un ejemplar del Corán (traducido al italiano). En algunos países te juegas seriamente el tipo por hacer eso que se llama proselitismo, aunque tal vez con esta práctica a muchas se les hayan quitado las ganas de apuntarse a la moda del dinero fácil...
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