Esta ciudad de paraíso no tiene nada. Está claro que quien hambre tiene con pan sueña pero lo cierto es que si Barcelona no tuviera playa no se notaría la diferencia. Para empezar, como consecuencia de los frecuentes ataques marítimos que sufrían las ciudades del Mediterráneo ya desde tiempos de los fenicios, éstas se fortificaban y crecían de espaldas a un mar que era fuente de constantes escaramuzas con los piratas e invasores que se acercaban a saquear lo que hallaban en tierra firme. Así que no se nota que aquí haya playa alguna porque ni se huele el salitre ni se atisba siquiera el mar. De este modo, una, mira con extrañeza a esos guiris colorados como cangrejos y con atuendos playeros que se encuentra a diario en pleno centro porque la mayor parte del tiempo no recuerda que vive en una ciudad costera. En segundo lugar, cuando uno se mentaliza de la caminata que tiene que darse para acercarse a la playa y se arma de valor para realizarla, se encuentra con una larga y estrecha mancha de arena pedregosa en la que las grúas de obra, los vendedores ambulantes y el olor a pies del vecino son las notas destacadas. Total, que aquellos inocentes que desde el interior del reino suspiran por cambiarse a estas latitudes no tienen motivos para hacerlo porque aquí la playa ni te la encuentras ni merece la pena encontrársela. Menos mal que a mí no me causa un dolor muy extremo pero realmente en estos días, cuando el calor amenaza con aparecer, echo de menos las verdes praderas de Cantabria donde encontrarse con el mar no es ni difícil ni una tortura y donde nadie sueña con el Caribe porque nuestras inmensas playas despobladas constituyen el mayor tesoro que un veraneante ávido de sol y arena podría encontrar.
3 comentarios:
La costa barcelonesa nunca ha sido gran cosa... Siempre se ha tenido que buscar un modo de transporte alternativo al de 'San Fernando', para poder disfrutar de una playa 'medio-decente', pero definitivamente... La playa de Madrid -es decir, Alicante- sigue quedando demasiado lejos para disfrutar de una noche mirando la luna al son del romper de las olas... ¡Habrá que ir a Cantabria!
En este sentido soy muy cateta, siempre me pienso que todo es como Cantabria y que lo nuestro no vale nada porque otros presumen y presumen y, claro, cuando me encuentro con la cruda realidad, alucino. Todo el mundo me pone la playa como una de las ventajas de vivir aquí pero como detesto el calor, para mi no es un gran aliciente, si a eso le sumamos el hecho de que la ciudad vive de espaldas al mar y que las playas urbanas son... indescriptibles, pues claro, ya está el lío armado. Para mí eso de coger el tren y pegarme la paliza del siglo para buscar una playa es algo inconcebible. ¡Pero si no me iba a casa desde Madrid porque el viaje era demasiado cansado para sólo dos días!
En este sentido soy muy cateta, siempre me pienso que todo es como Cantabria y que lo nuestro no vale nada porque otros presumen y presumen y, claro, cuando me encuentro con la cruda realidad, alucino. Todo el mundo me pone la playa como una de las ventajas de vivir aquí pero como detesto el calor, para mi no es un gran aliciente, si a eso le sumamos el hecho de que la ciudad vive de espaldas al mar y que las playas urbanas son... indescriptibles, pues claro, ya está el lío armado. Para mí eso de coger el tren y pegarme la paliza del siglo para buscar una playa es algo inconcebible. ¡Pero si no me iba a casa desde Madrid porque el viaje era demasiado cansado para sólo dos días!
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