Cuando ya tenía la entrada escrita, el cacharro va y se cuelga. ¡Maldita tecnología! Claro, ahora no me apetece reescribir con el mismo esmero, así que ahora habrá más cabreo y menos esmero. La idea de hoy iba sobre los mensajitos en cadena, que me sacan de quicio y me llevan irremediablemente a dejar de hablarme con medio mundo. Pero bueno, yo solita siempre he apuntado maneras porque es que no soporto la imbecilidad supina. Lo siento, me supera. Tal vez alguno de mis incontables lectores crea que soy una prepotente, tal vez pero, sinceramente, me da igual. Porque estoy harta. Harta de recibir mensajes idiotas creados por desconocidos con intereses ocultos o manifiesta xenofobia. Harta de que nadie se pare a reflexionar y de recibir comentarios tan ingeniosos como: "¡qué fuerte!" o "así va España". La verdad es que los remitentes, intelectualmente hablando, no son recomendables ni como pajes reales pero bueno, el hecho es que son ellos, y su mensajitos, los que hacen que el imaginario colectivo esté plagado de prejuicios que nada tienen que ver con la experiencia vital o con el conocimiento. Porque, mira, si vives en un barrio lleno de inmigrantes y no hay un vecino que se salve y no te haga la vida imposible, es una faena pero te consiento que generalices aunque no esté de acuerdo pero es que el 99% de la gente que me reenvía estos mensajitos tiene la misma vida social que una ameba y nunca ha salido más allá de los confines de su barrio y creen que multiculturalidad son los anuncios de Benetton. Pero ¿qué bobada es esa de que los musulmanes son ignorantes, no como los judíos, porque casi no tienen Premios Nobel? ¡Como si los premios fueran justos! ¡Pero si no lo son ni los Goya y son más de andar por casa que Loles León! Cuando veo razonamientos tan estúpidos, sólo a la altura de los de Thilo Sarrazin, me pregunto si no podría venir un tsunami intelectual que arrasase con las cabezas de todos aquellos que nunca han utilizado sus neuronas para algo de provecho, que no se han molestado en amueblar la única parte de su cuerpo que, realmente, les podrá servir de ayuda a lo largo de tooooooda su vida. La única parte, viscosa, gelatinosa, gris, sin la que no somos absolutamente nada y que podemos amueblar con la gratuidad de un consumo inteligente de internet o de un carnet de biblioteca. Pero no, todos a hacer dieta, a ver telebasura (para contrarrestar la falta de comida, jejejeje), a estar megaestupendos para que la sociedad nos acepte por nuestra apariencia porque lo demás no importa, sólo importa el aparentar. ¡Madre mía, tanta imbecilidad me agota!
2 comentarios:
tu agotas
mmmm, vaya, así me gusta. Críticas desde la oscuridad más absoluta. ¿No había nada mejor que hacer a las cinco de la mañana? gracias de todos modos. Seguro que tú también eres un billete de 500 euros.
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