Son muchos los que, desde hace años, vienen advirtiendo de los efectos nefastos hacia los que nos conduce este frenético ritmo de vida que lleva "el mundo desarrollado" a costa, por supuesto, de la opresión de los países del "Tercer Mundo". Pero aquí nadie escucha. Nos conformamos con tener algo de pasta para tomar unas cervezas y una bonita tarjeta de crédito que nos permita pagar, quién sabe cómo y cuándo, nuestras vacaciones anuales. Y lo demás no importa: la contaminación, la destrucción masiva de los bosques amazónicos, el deshielo de los polos, la hambruna, la desnutrición, la depresión, la infelicidad del hombre, la tiranía, ¿a quién le importa que casi 3/4 partes de la Tierra sufran nuestros desmanes? Sin embargo, aquí está, y de la forma más inesperada. Los árabes que tanto detestamos, esos que fueron ciudadanos de segunda cuando SUS países eran NUESTRAS colonias y que ahora no queremos ni ver en NUESTRO territorio, han alzado los puños para enfrentarse, con SUS vidas si es preciso, contra esa colección de dictadores que nos bailan el agua en los momentos adecuados y a los que, a cambio, dejamos que manejen sus países como si de su propio jardín se tratase. Hermanísimos, estudiosísimos, sapientísimos, humildísimos... cualquier adjetivo superlativo es aplicable para definir a esta sarta de déspotas que sólo son calificados como tales si nos llevan la contraria o no se pliegan a nuestras exigencias (Irán, Corea) y que, sin embargo, son aplaudidos y reverenciados con fervor si nos sonríen con cierta picardía (Arabia Saudí, China). Las protestas han empezado a la vuelta de la esquina, a las puertas de nuestra casa, pero es de esperar que sean seguidas por otros. Y es que el ejemplo de Samuel E'too cunde: "corro como un negro para vivir como un blanco". Tras años de opresión y sumisión a la vieja Europa y a la joven América (qué osadía la de apropiarse el nombre de todo el continente), la pobre África y la ignorada Asia han decidido que están hartas, saben que, aunque pobres, nos ganan por la mano porque son muchos más. Quizá ahora, por fin, el mundo se torne un lugar un poco más justo y habitable. Aunque sean muchos los que piensen que estamos abocados al desastre. Se acabó el estilo de vida Occidental (crecer a toda costa), toca reinventarse.
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