La mayor parte de los días, me siento afortunada por la vida que llevo, lejos de los sobresaltos y preocupaciones económicas que estos días acechan a la mayoría de mis convecinos pero otros, obviando el hecho de tener salud y seguir respirando, siento que malgasto mi vida llevando y trayendo cafés, cobrando por no hacer nada. Sí, sí, lo sé, el sueño español. Hoy nuevamente tengo ganas de salir corriendo, de escapar de esta desidia tan brutal que me acompaña a diario. Este tiempo tan precioso que se me escapa entre los dedos podría emplearlo en cultivar tomates, ayudar en una ONG o, simplemente, pintar las paredes de mi casa, pero aquí estoy, contando los días para irme a casa a reñir con toda la familia durante las vacaciones. ¿Estaré satisfecha algún día?
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