Hace poco hice un curso bastante interesante sobre cómo hablar en público. La profesora trataba de explorar cuáles eran nuestros miedos para ser capaces de mantener la compostura de tal modo que nadie más que nosotros note el nerviosismo que nos invade al situarnos frente a una sala muy concurrida con decenas de ojos escrutándonos. Todo iba bastante bien hasta que se le ocurrió hacer una afirmación que me dejó sorprendida y me hizo perder el hilo de su intervención: “si hubiera nacido en África, sería exactamente igual que soy ahora pero con la piel más oscura”. ¿Es eso cierto? ¿Somos quienes somos en cualquier circunstancia? No lo creo en absoluto. Aunque está claro que una parte de nuestra personalidad es absolutamente innata e independiente de cualquier injerencia que otros, ya sean familia, amigos o sociedad en general, pretendan ejercer sobre nosotros; está claro que nuestro carácter, nuestras ideas, nuestro pensamiento e, incluso, nuestras creencias, están condicionadas por la sociedad en la que vivimos, por los padres que nos crían, por la vida que nos toca vivir. Ni siquiera sería la misma si hubiera crecido igualmente en España pero en un orfanato, así que ¿cómo iba a ser igual si hubiera nacido en Mauritania, Costa de Marfil o Sudáfrica? Para empezar, lo más probable es que no hubiera sido bautizada en la fe católica sino que fuera animista, musulmana o tal vez cristiana protestante. Es probable que internet, Apple y sus juguetitos o ir al teatro fueran cosas que me resultarían totalmente superfluas teniendo en cuenta que viviría en países donde no se respetan los derechos humanos, donde la corrupción es aún más salvaje que en España y donde el hambre y los conflictos raciales serían el principal condicionante para acceder a una buena educación. Si fuera de la elite blanca, es posible que hubiera estudiado en una universidad europea pero ¿y si hubiera nacido en una familia negra? En Sudáfrica, por ejemplo, no hubiera tenido el mismo acceso a la información y a la educación y, aunque estoy segura de que sería igualmente inconformista y luchadora, es probable que lo hiciera más a favor de los derechos de mi comunidad, de las libertades de mi país que de mis opciones laborales. Así que, sí, la parte que es innata en mi sería igual pero no así la parte que depende del entorno en el que creces, de la cultura que te rodea, ¿acaso vería el mundo igual si viviera en una aldea masai o en una reserva natural o en un suburbio de una gran ciudad o en la medina de cualquier pueblo de la costa mediterránea? Indudablemente no. ¿Cómo podemos creernos tan incorruptibles, tan perfectos, como para no darnos cuenta de que gran parte de lo que somos no es mérito nuestro sino un regalo, una auténtica bendición? Si hubiera nacido en África no sería la yo que conozco hoy.
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