Me encanta saltarme las normas. Porque sí. Siempre que la cosa no entrañe peligro, claro. Aventurera sí pero no inconsciente. Ayer me dispuse como siempre a conocer la ciudad a golpe de conferencia gratuita en espacios municipales. Esta vez el azar me llevaba hasta una calle perpendicular al centro en un barrio de esos de "agárrate los machos". Aconsejada por mis compañeros de trabajo me aprendí la ubicación de la calle y me dirigí con paso decidido a un barrio de dudosa reputación en el que, por sus explicaciones, poco menos que mi vida corría peligro. Ya se sabe: inmigrantes que te roban la vida en plena acera, camellos que te inyectan droga en vena sin que puedas resistirte y prostitutas que se alimentan de los restos de las aves carroñeras. Haciendo oídos sordos a sus indicaciones (tan del tipo: "una rubia en Marruecos entra pero no sale, avisaré a la Policía de que cruzas la frontera por si hay que mandar al Ejército a buscarte") me adentré, sola, a pie y al atardecer, en dicho barrio. Evidentemente, salí viva del lance. Y no sólo eso, tal y como esperaba nadie me dijo nada, ni me hizo nada, ni me persiguió, ni tuve que recurrir a la Policía. Parece que de prejuicios andamos todos servidos.
3 comentarios:
David dice:La inconsciencia no tiene fronteras, aunque me gustaría ver el guapo que se atreve contigo, suerte animo, ¿te acuerdas un día que te predestine un novio catalán? nunca mis poderes habían llegado tan lejos...
¿poderes? como siempre tus análisis son errados, al menos conmigo. Y menos mal, porque nunca me han gustado tus vaticinios aunque los hagas con la mejor intención. Ésta es sólo una más de mis paradas profesionales pero dudo mucho que sea mi destino definitivo. ¿novio catalán? ¡¡no podrías estar más equivocado!!
David:que susceptible estas, maja
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