¡Ay el amor!... ¿por qué nos complicaremos tanto la vida? Hay quien piensa que es imprescindible “tener el poder” para que una relación funcione. Que el protagonista de la historia debe tener siempre la sartén por el mango y ser el que “domine” la situación y no ser el dominado. Sin embargo, ésa es una concepción un tanto bélica de las relaciones interpersonales con la que no todo el mundo está de acuerdo. No se trata de ver quién gana porque no estamos ante ninguna lucha en la que o eres vencedor o eres vencido. Todos, en cualquier ámbito de nuestra vida, nos amoldamos a los demás porque no estamos solos en el mundo, máxime cuando esas personas forman parte importante de nuestra vida.
Está claro que no todo el mundo es igual, que no todo el mundo se comporta de la misma manera en lo que al amor concierne pero supongo que en la variedad está el gusto aunque por ello, muchas veces, se sufra. Cuanto más conozco a aquellos que van de duros, que no se implican, que todo lo quieren controlar, más me doy cuenta de lo vulnerables que son. Echando un primer vistazo son el tipo de personas que todos querríamos ser: seguros de sí mismos, naturales, alegres, espontáneos, ese tipo de gente que queremos tener cerca cueste lo que cueste. Ahora bien, en el momento en el que traspasas las primeras barreras ya puedes ir bien pertrechado porque te van a llover palos por todas partes. Y es que la naturaleza es bien sabia, cuanto más asustado está un animal más peligroso resulta para quienes le rodean y nosotros, al fin y al cabo, no somos tan diferentes aunque nos empeñemos en lo contrario. En el otro lado de la balanza están quienes nunca tienen el poder, quienes viven y duermen con coraza por si les atacan cuando están desprevenidos pero ¡pobre de ellos si alguien logra superar todas las barreras!. Ahí están completamente vendidos, indefensos, a merced de ese valiente que con su coraje e insistencia ha llegado donde tal vez otros muchos nunca llegaron. Llegados a este punto, ambos personajes tienen formas de comportarse bien distintas. Los primeros siempre quieren tener el control de la situación, ser quienes decidan el cómo, el cuándo y el dónde; mientras que los segundos se dejan llevar por la emoción del amor y se entregan –a veces sin ser conscientes del peligro- sin pararse a pensar quién tiene el poder.
Al final, es posible que ambos sufran, que la historia no termine como en las películas, que no haya cuento de hadas ni ninguna de todas esas cosas que siempre nos han vendido que debe tener el amor pero el camino que ambos hayan recorrido hasta ese punto habrá sido, probablemente, bien distinto.
Mientras uno ha disfrutado de la ‘erótica del poder’ (“hace lo que yo quiero, ya le dejé claro que no quería nada serio y aceptó, así que ahora tenemos una relación libre”: libre para que el poderoso esté con otra gente si así lo desea mientras el otro “prefiere” no ejercer esa libertad) el otro ha vivido en un mundo –muchas veces irreal- en el que el amor flotaba en el ambiente. Y es que cuando la emoción del amor te embarga estás totalmente perdido: te levantas cantando por las mañanas; pierdes el apetito; tienes siempre dibujada una amplia sonrisa; se te estropea el radar y, de repente, ya no hay más gente interesante en el mundo; ¡incluso disfrutas del olor de la yerba fresca y del canto de los pájaros aunque estés en plena Castellana! Éste sólo quiere que el tiempo pase para volver a verlo y se sube por las paredes si el otro no demuestra todo el interés que quisiera pero –y ahí radica la diferencia- mientras el poderoso espera a que le llamen y no llama así se esté muriendo, el que vive en su mundo decide llamar porque ¿si puede quedar hoy para qué dejarlo para mañana?
Al final, la vida son dos días así que ¿para qué perder el tiempo en esperar a que el otro dé el paso si lo puedes dar tú y el resultado va a ser el mismo? Tengas o no el poder sólo lo que tenga que ser, será.
Está claro que no todo el mundo es igual, que no todo el mundo se comporta de la misma manera en lo que al amor concierne pero supongo que en la variedad está el gusto aunque por ello, muchas veces, se sufra. Cuanto más conozco a aquellos que van de duros, que no se implican, que todo lo quieren controlar, más me doy cuenta de lo vulnerables que son. Echando un primer vistazo son el tipo de personas que todos querríamos ser: seguros de sí mismos, naturales, alegres, espontáneos, ese tipo de gente que queremos tener cerca cueste lo que cueste. Ahora bien, en el momento en el que traspasas las primeras barreras ya puedes ir bien pertrechado porque te van a llover palos por todas partes. Y es que la naturaleza es bien sabia, cuanto más asustado está un animal más peligroso resulta para quienes le rodean y nosotros, al fin y al cabo, no somos tan diferentes aunque nos empeñemos en lo contrario. En el otro lado de la balanza están quienes nunca tienen el poder, quienes viven y duermen con coraza por si les atacan cuando están desprevenidos pero ¡pobre de ellos si alguien logra superar todas las barreras!. Ahí están completamente vendidos, indefensos, a merced de ese valiente que con su coraje e insistencia ha llegado donde tal vez otros muchos nunca llegaron. Llegados a este punto, ambos personajes tienen formas de comportarse bien distintas. Los primeros siempre quieren tener el control de la situación, ser quienes decidan el cómo, el cuándo y el dónde; mientras que los segundos se dejan llevar por la emoción del amor y se entregan –a veces sin ser conscientes del peligro- sin pararse a pensar quién tiene el poder.
Al final, es posible que ambos sufran, que la historia no termine como en las películas, que no haya cuento de hadas ni ninguna de todas esas cosas que siempre nos han vendido que debe tener el amor pero el camino que ambos hayan recorrido hasta ese punto habrá sido, probablemente, bien distinto.
Mientras uno ha disfrutado de la ‘erótica del poder’ (“hace lo que yo quiero, ya le dejé claro que no quería nada serio y aceptó, así que ahora tenemos una relación libre”: libre para que el poderoso esté con otra gente si así lo desea mientras el otro “prefiere” no ejercer esa libertad) el otro ha vivido en un mundo –muchas veces irreal- en el que el amor flotaba en el ambiente. Y es que cuando la emoción del amor te embarga estás totalmente perdido: te levantas cantando por las mañanas; pierdes el apetito; tienes siempre dibujada una amplia sonrisa; se te estropea el radar y, de repente, ya no hay más gente interesante en el mundo; ¡incluso disfrutas del olor de la yerba fresca y del canto de los pájaros aunque estés en plena Castellana! Éste sólo quiere que el tiempo pase para volver a verlo y se sube por las paredes si el otro no demuestra todo el interés que quisiera pero –y ahí radica la diferencia- mientras el poderoso espera a que le llamen y no llama así se esté muriendo, el que vive en su mundo decide llamar porque ¿si puede quedar hoy para qué dejarlo para mañana?
Al final, la vida son dos días así que ¿para qué perder el tiempo en esperar a que el otro dé el paso si lo puedes dar tú y el resultado va a ser el mismo? Tengas o no el poder sólo lo que tenga que ser, será.
4 comentarios:
Tu qué eres de las sominadas ode las que se dejan dominar?
Está claro que no has entendido nada de nada. Aquí no se trata de dominar ni de ser dominado sino de dejarse llevar.
Tu me llevas a mi yo solo te enseño el camino.
"El mundo segun Garp"
Dicen que en el mundo hay dos tipos de personas; las que se enamoran y las que no lo hacen... Las que lo hacen lo pasan muy mal!!
Bajo mi punto de vista tienes parte de razón, pero no toda. No creo que dejarse llevar sea una buena opciçon cuando no te sientes cómodo con ella.
Lo importante para mi es estar a gusto en cada momento, ya sea de una forma u otra... Eso es lo de menos!! Cada uno tiene un carácter, así que imagino que partiendo de esa base cada uno se sentirá a gusto de una forma. Unos creyendo firmemente que siempre tienen el poder y otros deshojando margaritas o quizá otros mirando las musarañas... Más que dejarse llevar (que sigo pensando que no me parece buena opción) hay que buscar el huequecito en el que estemos calentitos, protegidos o no... Pero cómodos, felices, tranquilos, alegres y todos los adjetivos positivos que te parezcan.
"Hay que tener el poder" De que me sonará esa frase?? :P
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