Inicié mi viaje en tren, evitando el bullicio de las ciudades y sus atestadas carreteras. Estábamos a comienzos de la primavera y el cielo lucía un azul espléndido, que no hacía sino intensificar los vívidos colores de la naturaleza. Hacía tiempo que tú ya no estabas conmigo pero mi corazón se resistía a aceptar aquella despedida tan inesperada. "Mi sitio no está aquí", dijiste lanzándome una mirada suplicante. "No puedo estar lejos del mar", contesté desafiante. Aquella absurda frase, eslogan de una promotora inmobiliaria, fue lo último que te dije. De pronto, una mañana, me di cuenta de lo que había perdido y, tratando de recuperar aquel tiempo, me lancé a la aventura de buscar en la inmensidad del desierto a aquel espíritu intrépido y soñador al que tanto había querido.
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