La primavera parece que por fin llega a este rincón de España, comienza a hacer calor y mi humor comienza a resentirse por ello. Me siento como un globo, hinchado pero, al mismo tiempo, perdiendo aire, energía. Llevo aquí poco más de tres meses y empiezo a temer quedarme para siempre. Ya sé que me precipito, que me agobio sin motivo, que apenas acabo de llegar. Pero eso no importa, es mi naturaleza quejica la que habla, la que teme quedarse anclada en la comodidad de un trabajo estable y que eso le pase factura. Ya sé que, al final, uno es dueño de casi todas las circunstancias que gobiernan su vida, que si las cosas fluyen por unos determinados derroteros, seguramente, será porque yo misma lo haya decidido así pero no puedo evitar pensar que tal vez Murphy haga de las suyas y me ate aquí para siempre. Sé que éste no es mi sitio, así lo siento. Pero también sé que, en algún momento, tendré que dejar de moverme, tendré que dejar la alfombra mágica a un lado y continuar con mi vida. Supongo que, en realidad, lo que verdaderamente me aterra es que todos los castillos que construyo en el aire, esos que nadie comprende, se vengan abajo pero, cuanto más aprendo sobre estructuras, infraestructuras y pilotes, más me doy cuenta de que mis castillos, aunque diferentes a la mayoría, son auténticas joyas de la arquitectura de vanguardia, el auténtico futuro.
3 comentarios:
Hay un margen de maniobra: siempre puedes dejarlo. El detalle suele caerse del abanico de posibilidades con facilidad, pero es una pieza más.
¡Hola calamar! ¡Qué haría yo sin ti! Sin que me hicieras bajar a la tierra cada vez que las paranoias se acomodan en mi cabeza... Ya sé que dejarlo es una opción que siempre está ahí pero yo nunca la contemplo porque lo mío no es el abandono. Lo mío es avanzar, hacia donde sea pero siempre avanzar, nunca dejar las cosas por complicadas que puedan resultar. Pero eso no reduce mis miedos, esos mismos que me acechaban cuando todo el mundo comenzó a abandonar la Perla del Mediterráneo y yo me fui quedando en el vagón de cola. Unos se fueron de la ciudad, otros os fuisteis del trabajo, el caso es que yo me quedaba atrás, anclada a los Antonios y sus películas y sentía que en cualquier momento podía abrir los ojos y descubrir horrorizada que era una caballa más. Ahora la sensación es un poco similar, salvando las diferencias, sólo que apremiada por la fatal crisis de los 30, ya sabes, esa de: "vamos a hacer balance, a ver qué he hecho hasta ahora".
Gracias por estar siempre ahí, guapina.
Me refiero a dejarlo para seguir adelante. Que no te ate un curro (si me coje uno de la cola del Inem me achicharra y con razón)a una vida-ciudad-piso- que no quieres. De todos modos, baja el pistón. Si estamos todos parecidos, esto es un lost infinito. Te quiero cara anchoa. Besucos. Aquí llueve a jarros.
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