La agonía se prolongó durante más de un mes, cada mañana oteaba el horizonte y veía cómo se acercaba la negra nube, mi Nube Negra. Era como esperar a un tornado: lo ves con tanta antelación que, en un momento dado, deseas que llegue aún sabiendo que puedes perderlo todo a su paso. Por fin mi nube llegó y arrasó con todo, dejándome sola y desamparada en la inmensidad de este desierto urbano cuya gente habla en un idioma raro y no parece dispuesta a acogerme con el calor que necesito. Sé que algún día todo volverá a ser como antes, que las cosas volverán a estar en su sitio pero el reto que tengo delante se me antoja ahora demasiado pindio. Sólo espero no caer rodando cuesta abajo una y otra vez.
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