Con la que está cayendo por todas partes y nuestros queridos sindicalistas parecen estar de vacaciones en Australia, en Fidji o en alguno de esos paraísos en los que aún no se respiran aires de crisis. Desde luego, tanto mirar a Francia para según qué cosas y ahora que estos se han echado a la calle nosotros nos dedicamos a protestar por la situación de Gaza. Que está muy bien, entendámonos, pero que ahora no es precisamente lo que toca.
A lo largo de nuestra joven democracia –ahí va el giro que tanto les mola a los políticos- han sido varias las huelgas generales que han protagonizado los españoles tanto con González como con Aznar pero nunca hemos estado en una situación económica tan preocupante y, a la vez, tan tranquilos, como si esto le pasase a otros.
Y es que al final, resulta que Zapatero, a pesar de su manifiesta incompetencia, sabe mantener a su lado a los sindicatos –ni me planteo el cómo- y así, mantener callados a los casi tres millones de parados que viven en España de las arcas del Estado, hasta que se acaben. Será por su simpatía. O por sus cejas, tan graciosas. O porque le gusta el baloncesto. O porque es de León. O porque sus ojos azules nos invitan a pensar que es nuestro particular Obama. Quién sabe.
El índice de paro entre la población activa afecta ya a un 14% (en Francia a un 9%) pero parece que no importa, no todavía. En las ocasiones anteriores tan sólo fue necesario hablar de abaratar los despidos y de los contratos temporales y hala, todos a la calle. Ahora son millares las familias que tienen el agua al cuello y salimos a la calle para ir a la nieve, irnos al pueblo o manifestarnos contra la situación que se vive en Gaza.
Que conste que yo me incluyo pero eso no quita para que me indigne el hecho de que ese grupúsculo de sinvergüenzas llamados sindicalistas (que viven tan del cuento como los políticos pero, encima, haciéndonos creer que son de los nuestros) estén de brazos cruzados y no hayan abierto la boca aún para hacer el más mínimo comentario sobre la situación que para muchos se tornará dramática si tenemos que esperar a una remontada económica para el 2010.
Pero, en fin, como buena española que soy; yo como ni estoy parada, ni pertenezco a ningún sindicato ni tengo conciencia de clase obrera, no pienso hacer nada hasta que no me toque a mí, hasta que no sea yo la que viva en la calle, hasta que quizá, para algunos, sea demasiado tarde.
A lo largo de nuestra joven democracia –ahí va el giro que tanto les mola a los políticos- han sido varias las huelgas generales que han protagonizado los españoles tanto con González como con Aznar pero nunca hemos estado en una situación económica tan preocupante y, a la vez, tan tranquilos, como si esto le pasase a otros.
Y es que al final, resulta que Zapatero, a pesar de su manifiesta incompetencia, sabe mantener a su lado a los sindicatos –ni me planteo el cómo- y así, mantener callados a los casi tres millones de parados que viven en España de las arcas del Estado, hasta que se acaben. Será por su simpatía. O por sus cejas, tan graciosas. O porque le gusta el baloncesto. O porque es de León. O porque sus ojos azules nos invitan a pensar que es nuestro particular Obama. Quién sabe.
El índice de paro entre la población activa afecta ya a un 14% (en Francia a un 9%) pero parece que no importa, no todavía. En las ocasiones anteriores tan sólo fue necesario hablar de abaratar los despidos y de los contratos temporales y hala, todos a la calle. Ahora son millares las familias que tienen el agua al cuello y salimos a la calle para ir a la nieve, irnos al pueblo o manifestarnos contra la situación que se vive en Gaza.
Que conste que yo me incluyo pero eso no quita para que me indigne el hecho de que ese grupúsculo de sinvergüenzas llamados sindicalistas (que viven tan del cuento como los políticos pero, encima, haciéndonos creer que son de los nuestros) estén de brazos cruzados y no hayan abierto la boca aún para hacer el más mínimo comentario sobre la situación que para muchos se tornará dramática si tenemos que esperar a una remontada económica para el 2010.
Pero, en fin, como buena española que soy; yo como ni estoy parada, ni pertenezco a ningún sindicato ni tengo conciencia de clase obrera, no pienso hacer nada hasta que no me toque a mí, hasta que no sea yo la que viva en la calle, hasta que quizá, para algunos, sea demasiado tarde.
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