Las diferencias entre ateos y cristianos han pasado de la escena social a la publicitaria y es que ya se sabe que todo vale si se trata de obtener rédito económico. Hemos comenzado 2009 con una vuelta más de tuerca en lo que a publicidad se refiere puesto que los autobuses urbanos de algunas ciudades europeas se pasean rotulados con el siguiente mensaje: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. La reacción no se ha hecho esperar así que algunos colectivos cristianos han lanzado el contraataque con otra campaña: “Dios si existe. Disfruta de la vida en Cristo”.
Y yo, que vivía feliz en la ignorancia me veo ahora en la obligación moral de decantarme por una de las opciones. Creer o no creer, ésa es la cuestión. O eso es, al menos, lo que creen muchos. Pero es que la religión no es un producto al que nos podamos suscribir sino una opción de vida que, desde luego, no está –o no debería- condicionada por la mayor o menor publicidad que se haga de ella. En mi caso, por mucho que me prometan no me van a convencer de nada ni voy a abrazar la fe como quien hace un gran descubrimiento.
Para mí, lo increíble es la polémica. ¿Acaso los que se irritan tanto piensan que van a perder seguidores? Casi nadie cambia de equipo de fútbol a lo largo de su vida ni deja de creer de la noche a la mañana así que ¿por qué tanto enfado? Tal y como yo lo veo, la propuesta de los ateos no es la de aumentar el número de apostasías sino la de hacerle ver a la gente que no podemos pasarnos la vida temiendo la furia divina. El problema de la Iglesia católica, y creo que de todas las religiones monoteístas, es que basan parte de su evangelización en el hecho de que sus fieles deben hacer cosas para agradar a Dios y deben evitar hacer otras –no sólo las que constituyen un delito– para no enfadar al Creador.
Lo único que los ateos que han promovido la campaña pretenden, a mi juicio, es quitar una losa de encima a la población que ha crecido reprimida desde el punto de vista emocional por la educación religiosa. A saber: no utilizar preservativos, aunque estos impidan el contagio de enfermedades venéreas; fornicar sólo con fines reproductores; el matrimonio es hasta la muerte; y alguna otra serie de imposiciones morales que no están al día con los tiempos en que vivimos.
Yo, sinceramente, no veo tanto drama en el mensaje. No afirma categóricamente que Dios no exista sino que abre la posibilidad a ello que no es lo mismo. Además, tan sólo invitan a disfrutar de la vida, lo que en tiempos de crisis, es una propuesta de lo más sana. ¿Debemos abrir ahora una brecha entre creyentes y no creyentes por ello?
Y yo, que vivía feliz en la ignorancia me veo ahora en la obligación moral de decantarme por una de las opciones. Creer o no creer, ésa es la cuestión. O eso es, al menos, lo que creen muchos. Pero es que la religión no es un producto al que nos podamos suscribir sino una opción de vida que, desde luego, no está –o no debería- condicionada por la mayor o menor publicidad que se haga de ella. En mi caso, por mucho que me prometan no me van a convencer de nada ni voy a abrazar la fe como quien hace un gran descubrimiento.
Para mí, lo increíble es la polémica. ¿Acaso los que se irritan tanto piensan que van a perder seguidores? Casi nadie cambia de equipo de fútbol a lo largo de su vida ni deja de creer de la noche a la mañana así que ¿por qué tanto enfado? Tal y como yo lo veo, la propuesta de los ateos no es la de aumentar el número de apostasías sino la de hacerle ver a la gente que no podemos pasarnos la vida temiendo la furia divina. El problema de la Iglesia católica, y creo que de todas las religiones monoteístas, es que basan parte de su evangelización en el hecho de que sus fieles deben hacer cosas para agradar a Dios y deben evitar hacer otras –no sólo las que constituyen un delito– para no enfadar al Creador.
Lo único que los ateos que han promovido la campaña pretenden, a mi juicio, es quitar una losa de encima a la población que ha crecido reprimida desde el punto de vista emocional por la educación religiosa. A saber: no utilizar preservativos, aunque estos impidan el contagio de enfermedades venéreas; fornicar sólo con fines reproductores; el matrimonio es hasta la muerte; y alguna otra serie de imposiciones morales que no están al día con los tiempos en que vivimos.
Yo, sinceramente, no veo tanto drama en el mensaje. No afirma categóricamente que Dios no exista sino que abre la posibilidad a ello que no es lo mismo. Además, tan sólo invitan a disfrutar de la vida, lo que en tiempos de crisis, es una propuesta de lo más sana. ¿Debemos abrir ahora una brecha entre creyentes y no creyentes por ello?
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