Mezquita Foz do Iguaçu, Paraná (Brasil). |
Si atendemos sólo al mundo que aparece en nuestros medios de comunicación, tendremos una visión sesgada e incompleta del mismo. Si, además, nuestra falta de conocimiento de idiomas extranjeros nos impide contrastar ese conocimiento sesgado con el de otros países, entonces, estamos irremediablemente perdidos en manos de los dueños de la prensa y ya se sabe que si algo no aparece en la tele o en el periódico, es que directamente no existe.
El tema islámico es el aperitivo perfecto para cualquier fiesta que se precie. El éxito está asegurado. Sube la audiencia y la gente compra la polémica como tema de conversación imprescindible en su café en el bar o en la tertulia con los compañeros de trabajo a la hora de comer. Francia, ese país vecino al que generalmente odiamos más que amamos, se convierte de repente en nuestro referente más próximo a pesar de ser el que peor gestiona la multiculturalidad y eso que han tenido cuatro o cinco generaciones de inmigrantes para enmendar sus errores o, al menos, aprender de ellos.
El burkini, el hiyab, los musulmanes en general... se convierten en el principal enemigo a batir por la sociedad española porque así lo es para los franceses, que tienen demasiados intereses pro judíos como para dejar que los musulmanes vivan tranquilamente, no vaya a ser que hagan una revolución, o peor aún, que la gente conozca el Islam y pierda el miedo a convertirse y así, se les acabe el negocio.
Podríamos mirar un poco más allá, a Canadá, ejemplo de país tranquilo, de mente abierta y con un sistema democrático y una seguridad en las calles que ya quisieran otros para sí, y ver que hace ya tiempo que consintieron que la policía montada contara con una versión musulmana del uniforme oficial femenino o como la policía escocesa también contempla esta opción.
Mujeres de la Policía Nacional de Indonesia. |
Con respecto a los sijs, la legislación en algunos lugares va mucho más allá, la policía provincial de Ontario tiene permitido el uso de este turbante entre los funcionarios que profesan esta religión tan desconocida en España, ¡nada menos que desde 1990!
En el Reino Unido, ¡están exentos de llevar casco en todos los lugares de trabajo aunque eso afecte a su seguridad! Y aquí, salimos con mentiras y absurdos como que las mujeres están oprimidas y hay que obligarlas a quitarse el velo para liberarlas de sus familiares varones para justificar una actitud islamófoba que, como vemos, puede gestionarse de muy distintas formas dependiendo de a qué país de nuestro entorno queramos mirar. ¿O acaso nadie se dio cuenta de que en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 había azafatas musulmanas perfectamente uniformadas con su hijab a juego, a pie de pista, cerca de los atletas?
Boris Johnson junto a algunos voluntarios de Londres 2012. |
Pero no. Magnificamos pequeños actos protagonizados por musulmanes y etiquetamos a los 1.500 millones que profesan esta religión en todo el mundo de la misma manera: extremistas, violentos, terroristas.
Musulmanes de Dearborn (Michigan, EEUU) contra el ISIS. |
Lo decimos por activa y por pasiva pero nadie parece querer establecer la diferencia. ¿Hay musulmanes machistas? Sí. A raudales. Pero eso no lo aprenden del Islam aunque ellos se inventen que muchas de las cosas que hacen aparecen en el Corán. Las menos de las veces se trata de interpretaciones literales de algunos versículos, las más, no hay base alguna en el Corán y ello sólo les sirve para manipular a aquellos que son analfabetos y carecen de su propio criterio para discernir lo que viene en el Corán o en la Sunna del Profeta (saws) y lo que no. Es triste pero es así. A todo esto hay que sumar que el machismo del mundo árabe bebe directamente de las manos de las madres. Sí. Por muy increíble que parezca ésa es la principal fuente creadora de machistas. Las madres. Esas mujeres abnegadas que defienden a capa y espada que el papel de la mujer es el de la ama de casa plegada a los caprichos de los hombres, sean niños o adultos. ¿Acaso hay aprendizaje que marque más que el de la infancia? Somos lo que aprendemos en casa en un porcentaje demasiado alto como para desdeñarlo, para bien y para mal.
Si enseñamos a nuestro hijo que cuando abre la boca y pide algo, sea lo que sea, estemos ocupadas o no, nos lo diga de buenas maneras o con tono autoritario, dejamos lo que sea que estemos haciendo para responder a sus deseos, ¿qué tipo de hombre será cuando sea mayor? ¿Uno que ayude a recoger los platos? ¿Uno capaz de ver que su esposa está agotada porque trabaja las 24 horas del día ya sea como esposa, como mujer, como madre, como profesional de lo que sea o como todo ello a la vez? Sin duda los milagros no son algo frecuente aunque haberlos, haylos. Pero eso no es el Islam. Es más. El Islam, que habla absolutamente de todo: la familia, las relaciones sociales, la comida, la higiene, la vestimenta, el ocio, el trabajo, el estudio, los impuestos, el matrimonio, el divorcio, el nacimiento, la muerte, de todo lo que se nos ocurra; decía que el Islam también habla del trato hacia las mujeres, de que el hombre debe ayudar en casa, de que no se debe dar por supuesto que la mujer es la única responsable de la limpieza del hogar. ¿Sorprendidos? Por desgracia, gran parte del Islam que nos llega a España lo hace de manos de inmigrantes sin estudios, que viajan por primera vez al extranjero, que cogen por primera vez un avión, que en muchos casos ni siquiera han abierto jamás un libro. No podemos esperar de ellos que sean el mejor ejemplo de musulmanes pues, si no son capaces de leer y cultivarse por su cuenta, si no tienen la curiosidad o los medios necesarios para investigar en profundidad su religión, tan sólo nos mostrarán ese Islam cultural que se transmite de padres a hijos y que, por desgracia, siempre ha tenido a la mujer como una posesión o un elemento más del decorado familiar pero, desde luego, no como un igual, no como una compañera, menos aún como alguien a quien hablar de tú a tú, con el que crecer juntos a lo largo de esta vida. En estas circunstancias, ¿cómo podemos juzgar al todo por la parte? Pero esto, por supuesto, no es exclusivo del Islam. Tampoco podemos juzgar al resto de culturas o naciones por lo que aquí nos llega porque, en la mayoría de los casos, lo que viene, ya sea mediante turismo alcohólico de masas o mediante mano de obra barata y sin cualificar, no tiene por qué ser, precisamente lo mejor sino todo lo contrario.
Hecha la pertinente aclaración, volvamos al asunto inicial. Nosotros que hemos estudiado, que tenemos más medios de información, que gozamos de una mejor calidad de vida, que tenemos unos estándares mínimos de confort, ¿cómo podemos ser tan necios como para pensar que todo el Islam es igual? ¿Que es lo mismo el Islam de un afgano de las montañas, que el de un malayo, que el de un qatarí, que el de un marroquí, que el de un español?
Miremos más allá. Quitémonos las gafas de cristales oscuros que sólo nos dejan ver a un determinado tipo de musulmanes y seamos capaces de ver el Islam pacífico, el que no es una amenaza sino una riqueza, el que convive en paz con nosotros y entre nosotros, el Islam de los nuestros.
Cristina Fernández participa en los actos de final de Ramadán. |
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