Bajo este titular tan sujeto a interpretaciones, El País se hacía eco hace unos días del hecho de que estamos a punto de alcanzar los 7.000 millones de habitantes en el planeta y parece que la cifra no tiene visos de estancarse, al menos de momento. El reportaje se desarrolla tocando diversos aspectos como la organización de recursos o la arquitectura, porque claro, habrá que construir nuevas ciudades para acoger a una población que, previsiblemente, realizará un éxodo desde el campo para buscar nuevas oportunidades en el cosmopolita asfalto.
A mí no me da miedo el crecimiento poblacional, al menos no de la forma que el común de los mortales del Estado del bienestar lo percibe: "nos invaden ergo debemos hacerles la vida imposible para que se larguen a sus países y si allí se mueren de hambre o enfermedades... ojos que no ven, corazón que no siente". Yo no lo veo así, mi mente utópica cree que en el mundo hay sitio para todos y que, si trabajas duro, al final consigues lo que quieres pero bueno, en el fondo, sé que la meritocracia es la -cracia (fuerza, autoridad) más difícil de aplicar aunque la más justa de las que se me ocurren. Pero bueno, la cuestión no es esa, creo que el reto no es dónde metemos a 7.000 millones sino si seremos capaces de cambiar nuestras mentalidades porque es obvio que el ritmo que se lleva en Occidente, sólo se puede mantener a costa de los 4/5 de población a los que tenemos pisoteados pero cuando se den cuenta de que la unión hace la fuerza... entonces, nuestro injusto sistema tendrá que renovarse o morir. Por eso, lo que debemos plantearnos todos, no sólo la corrupta y oportunista clase política, es que no podemos seguir tal cual, que tiene que haber una distribución más justa de la riqueza, que vivimos con muchísimo más de lo que verdaderamente necesitamos, que ese vacío que puebla nuestros corazones no se llena con dinero sino con personas, con afectos, con vínculos y que, al final, vivir en sociedad y ayudar al prójimo, nos proporcionan muchísimos más beneficios que invertir en bolsa, tener un yate o irnos de vacaciones a La Riviera italiana. Así pues la pregunta sería: "Ante el reto de los 7.000 millones ¿solidaridad o autodestrucción?".
1 comentario:
Acabo de encontrar, gracias farero por iluminar una vez más mi camino, la respuesta a mi pregunta en boca del periodista Arcadi Oliveres: http://www.youtube.com/watch?v=VlelJa79Juo&t=0m22s
No sólo proporciona las claves de la desigualdad que occidente ha provocado deliberadamente en el mundo sino que, además, es un firme defensor del 'decrecimiento'. Una corriente de pensamiento que apuesta por una disminución del consumo y la producción para adecuarnos a una situación de recursos limitados. Es decir, que propone un replanteamiento integral de nuestro sistema de consumo para fomentar la cooperación entre los pueblos y el desarrollo sostenible bajo la premisa de "vivir mejor con menos". ¿Podría haber algo más rematadamente utópico y tentador?
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