El mundo árabe sigue en plena ebullición y las protestas masivas y pacíficas han dado paso al caos y muestran a la comunidad internacional de qué pasta están hechos los dirigentes de Bahrein, Libia, Yemen y Marruecos, nuestro amigo y vecino. La ignorancia y las ansias manipuladoras de los medios europeos han planteado el conflicto de la pequeña monarquía insular de Bahrein como un enfrentamiento entre dos ramas del Islam: suní y chií. Es un hecho totalmente anecdótico que la monarquía sea suní (como el 90% de los musulmanes del mundo) y la población chií, por lo que no es intencionadamente manipulatoria la información que plantea la situación del país como una lucha religiosa. La gente allí, al igual que en el Magreb y en Oriente Medio, se levanta contra el tirano, sea de su misma rama islámica o no. ¿Por qué nadie, entonces, señaló: “Mubarak oprime a su pueblo a pesar de ser todos suníes” o “Los musulmanes practicantes se levantan contra el dictador laico Ben Alí en Túnez”? Simplemente porque el análisis es erróneo y demasiado simplista. Hagamos pues lo mismo con el resto de países. En Yemen, la elite minoritaria, incapaz de aplicar mano de hierro fuera de Sanaa, deja el país libre a los fundamentalistas radicales que encuentran en este pequeño país de la península arábiga el lugar perfecto para estudiar sus fechorías. Al mismo tiempo, oprime con fuerza a un pueblo analfabeto que pasa mucha necesidad. El autoproclamado “emir de los musulmanes”, el rey de Marruecos, tiene tal red de infiltrados entre la población que son pocos los que se atreven a salir a la calle en defensa de sus derechos, cosa que conviene a España, que así tiene a los vecinos controlados, no vaya a ser que se nos llene el parking de pateras. Y quien tampoco está dispuesto a sufrir las consecuencias de la opresión libia es Berlusconi que ya ha salido a los medios pidiendo que se deje en paz a Gadafi. El tirano más excéntrico y cruel con el que nos hemos topado en el siglo XXI, muy de la onda berlusconiana por otro lado, viaja a todas partes con un séquito de vírgenes que ejercen como su guardia personal, se permite decirle a los demás cómo debe ser un buen musulmán y, al verse amenazado, responde sin miramientos con una violencia perturbadora. Por fortuna, aún hay gente con principios, dispuesta a no dejar de lado aquello en lo que cree así que dos pilotos del ejército libio ya han desertado en Malta porque se niegan a atacar al pueblo y a participar de ese despropósito de guerra civil que Gadafi hijo ya ha vaticinado si no cesan los enfrentamientos.
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