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Si pudiera volver atrás no estudiaría otra cosa pero lo cierto es que el oficio de periodista no es, ni de lejos, como soñaba. La mayoría de los medios de comunicación, a excepción quizá de los más grandes, obvia por completo las reglas del juego, cada uno va a lo suyo y nadie sabe en lo que trabaja el vecino. El único momento en el que se aúnan esfuerzos es en la cobertura electoral o ante una catástrofe. El resto del tiempo, cada uno se busca la vida como puede, los jefes no tienen idea de lo que hacen, todo es improvisado, no hay tiempo para la investigación y la mayoría de las noticias proceden de notas de prensa previas que no hacen sino responder a los intereses del emisor de turno. Tal vez por eso, por matar el gusanillo, me ha enganchado esta serie que no ha llegado a nuestras pantallas y que dudo que lo haga. El argumento es sencillo: una estrella de la televisión por cable acomodada en su faceta de busto parlante y complaciente protagoniza toda una revolución en el medio tras el fichaje de una productora que le hará despertar su faceta más reivindicativa e inconformista. Así, comienza a criticar a todo aquel que lo hace mal: no importa que sean demócratas o republicanos, peces gordos financieros o importantes anunciantes del canal, se acabó el lavar los trapos sucios en casa y criticar sólo a la oposición. La independencia empieza a ser la seña de identidad del informativo nocturno y ahí..... ahí empiezan los problemas.
Basta encender la televisión o leer la portada de un periódico para ver que eso es una utopía que no está al alcance de los medios de comunicación de masas. Las críticas siempre esconden intereses ocultos y no hay escándalo que una gran empresa no pueda tapar con una pequeña inversión en publicidad en los medios. De este modo, el espectador se encuentra absolutamente a merced de los medios salvo que su inquietud por un determinado tema le lleve a profundizar y a buscar en otras fuentes y para eso, es más que recomendable que uno sepa otro idioma aparte del patrio.
Enemigo a batir: los musulmanes
Eso es precisamente lo que pasa hoy en día con los musulmanes. Si azotan a una adúltera en Irán se silencia el que el hombre con el que cometió adulterio también ha sido azotado; si un musulmán pone una bomba todos los musulmanes somos terroristas, sin embargo, si un neonazi mata a media docena de personas en plena calle no se nos ocurre pensar que todos los alemanes son así. Ahora es el momento del Islam. La actual crisis de valores hace que mucha gente esté interesada en saber más sobre esta religión por lo que el ateísmo militante, el consumismo, el adulterio, la alienación del hombre, valores todos sobre los que se basa nuestra actual economía de mercado, ve peligrar su gallina de los huevos de oro. Hay que hacer algo, hay que evitar que la gente piense, que deje de actuar irracionalmente, que sea feliz, que no sienta odio, que no sienta unas tremendas ganas de ser libre y actuar en consecuencia (es decir, sin importar lo que pase después). Así que será mejor que les prevengamos de que ésta es una religión terriblemente peligrosa que no engendra más que mujeres sumisas y terroristas deseosos de acabar con nosotros sólo por que no somos como ellos. Y ya se sabe que quien golpea primero, golpea dos veces.
Lo increíble es que nadie se para a reflexionar sobre las tonterías que se pueden decir al respecto en la cobertura de una noticia siendo la más grande de ellas que ser musulmán es sinónimo de radicalismo y yihadismo. Si el peligro fuera tal, teniendo en cuenta que casi uno de cada cuatro habitantes del planeta es musulmán (aunque aquí nos parezca que somos unos pocos), la exterminación de todos los no musulmanes saldría bien barata, tres o cuatro fiambres por creyente y se acabó el problema. Sin embargo, la realidad es que aunque haya unos pocos radicales, la inmensa mayoría de los musulmanes es pacífico. Pero eso no es noticia, por supuesto. Como tampoco lo es que la gente se lleve bien con los musulmanes o que éstos sean los agredidos. En octubre pasado, la mezquita de Cold Lake, en Alberta (Canadá), fue vandalizada con pintadas islamófobas. Los vecinos del barrio, ayudaron a los musulmanes a limpiar las paredes de la mezquita y colgaron carteles diciendo "Estáis en casa" aludiendo a las previas en las que se les instaba a "Volver a sus países". Incluso el alcalde de la ciudad salió en defensa de los musulmanes diciendo que estaba muy orgulloso de todos los habitantes de Calgary y que los musulmanes formaban parte activa de la comunidad. Pero ¿a quién le importa? Al fin y al cabo, esto sólo es un hecho aislado en un país tan poco avanzado como Canadá en el que las puertas no se cierran con llave porque no hay ladrones y en el que el pluralismo religioso es una parte importante de la cultura política del país. Curiosamente, este hecho tuvo lugar al día siguiente del atentado contra el Parlamento canadiense pero supongo que ni El País ni El Mundo consideraron relevante que, al día siguiente del ataque, mientras nos lavaban el cerebro con lo malos que son los musulmanes, unos vecinos, unos que conviven día a día con ellos, les dieran su apoyo al ser insultados.
Tampoco fue necesario mencionar un hecho significativo tras el inside job de Charlie Hebdo, en Aviñón, al sur de Francia, un ciudadano marroquí fue apuñalado hasta la muerte en presencia de su esposa y su hijo por un vecino que le gritaba "Yo soy tu Dios, soy tu Islam". De dicho vecino no ha trascendido origen ni confesión religiosa, ni tan siquiera iniciales porque al fin y al cabo, según las autoridades, "se trataba de un perturbado". Dicho vecino asaltó la casa del fallecido en plena noche con el único propósito de quitarle la vida, tal vez por eso la prensa española no haya considerado relevante sacar a la luz dicha noticia pues aún estuvieron una semana dando la lata con testimonios, manifestaciones, entierros, etc de los fallecidos y haciéndose eco de la increíble tirada que había preparado la revista para su próximo número que, aprovechando la colección de decesos, vendería un millón de ejemplares cuando nunca había tenido una tirada que rondase siquiera los 100.000 pero, ¿a quién le importa? Lo que tenemos que tener claro es que "Todos somos Charlie Hebdo" y que hay musulmanes por ahí sueltos dispuestos a quitarte la vida mientras vas tranquilamente por la calle, los locos que te despiertan en plena noche para apuñalarte no son más que eso, locos, casos aislados que no debemos temer....
CBC es la cadena de radio-televisión pública canadiense.
Tampoco fue necesario mencionar un hecho significativo tras el inside job de Charlie Hebdo, en Aviñón, al sur de Francia, un ciudadano marroquí fue apuñalado hasta la muerte en presencia de su esposa y su hijo por un vecino que le gritaba "Yo soy tu Dios, soy tu Islam". De dicho vecino no ha trascendido origen ni confesión religiosa, ni tan siquiera iniciales porque al fin y al cabo, según las autoridades, "se trataba de un perturbado". Dicho vecino asaltó la casa del fallecido en plena noche con el único propósito de quitarle la vida, tal vez por eso la prensa española no haya considerado relevante sacar a la luz dicha noticia pues aún estuvieron una semana dando la lata con testimonios, manifestaciones, entierros, etc de los fallecidos y haciéndose eco de la increíble tirada que había preparado la revista para su próximo número que, aprovechando la colección de decesos, vendería un millón de ejemplares cuando nunca había tenido una tirada que rondase siquiera los 100.000 pero, ¿a quién le importa? Lo que tenemos que tener claro es que "Todos somos Charlie Hebdo" y que hay musulmanes por ahí sueltos dispuestos a quitarte la vida mientras vas tranquilamente por la calle, los locos que te despiertan en plena noche para apuñalarte no son más que eso, locos, casos aislados que no debemos temer....
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