Dicen los argelinos que ser de Argelia es un orgullo aunque no compartas los idearios del gobierno, que es una forma de vida que pone de acuerdo a islamistas y laicos, que éste es un país con unos principios inamovibles en política internacional y que no importa quien esté en el poder porque hay ciertas líneas que no dejarán de estar trazadas como están. Lo dicen con la cabeza alta, con la mirada desafiante de quien sabe que hace lo correcto aunque en Europa nos esforcemos por igualarles al resto de los "moros" que caminan por nuestras calles, aunque pensemos que del otro lado del Estrecho no hay más que violencia e ignorancia.
La historia de la Argelia independiente comienza en el verano de 1962, con la expulsión de los llamados Pied noirs, los europeos -fundamentalmente franceses- que habían disfrutado del poder colonial hasta entonces. Desde aquel día hasta hoy varios han sido los presidentes del país más extenso de África, pero lo que en España se traduce en leyes que van y vienen con los cambios en las carteras ministeriales o amigos que mañana serán enemigos, en el país vecino ha sido una constante: no importa quien gobierne pero Argelia tiene un carácter propio, unas señas de identidad inamovibles que le hacen ser abanderado de lo que en términos occidentales llamaríamos "causas perdidas".
¿Y qué más causa perdida que Palestina? Por extraño que nos parezca, el nombre de Argelia va ligado al de Palestina y viceversa, dicen los primeros que antes que a su propio país quieren a Palestina, a los segundos les inunda la alegría cuando ven a un argelino. Lo que a ojos de un europeo puede ser una exageración y a ojos de un español una soberana estupidez (ya que nuestra propia bandera, nuestro himno, nos parecen algo propio del franquismo y sus afines), en el imaginario argelino es una realidad al alcance de cualquiera que estos días esté viendo el Mundial de Brasil. Los cánticos con las que la hinchada verdiblanca animan a sus jugadores nada tienen que ver con el fútbol, ni con los jugadores, ni mucho menos con el equipo contrario sino con algo mucho más fuerte, algo mucho más profundo, el sólido lazo que une a todos los argelinos y que no es el Islam sino Palestina.
"Falastin, Falastin, Falastin shuhada, Falastin shuhada, Falastin...". "Palestina, Palestina, Palestina tierra de mártires, Palestina tierra de mártires, Palestina...".
Con estas palabras anima Argelia a su combinado nacional, pero no sólo eso, estos días, todos los argelinos del mundo animan así a la selección, conscientes, o quizá no, de que éste es un gran escaparate para reinvindicar la causa palestina.
Pero esto nada tiene que ver con el marketing o con la magia catódica, con el mismo entusiasmo con que se enseña historia de Argelia, en los colegios argelinos se enseña la historia de Palestina de modo que todos los ciudadanos crecen ya con el corazón preparado para amar a las que dicen, son sus dos patrias. Y según podemos apreciar en el vídeo anterior, parece que incluso los que han crecido en Francia se han impregnado de este amor por el pueblo palestino.
Pero esto nada tiene que ver con el marketing o con la magia catódica, con el mismo entusiasmo con que se enseña historia de Argelia, en los colegios argelinos se enseña la historia de Palestina de modo que todos los ciudadanos crecen ya con el corazón preparado para amar a las que dicen, son sus dos patrias. Y según podemos apreciar en el vídeo anterior, parece que incluso los que han crecido en Francia se han impregnado de este amor por el pueblo palestino.
Y es que el argelino es un pueblo orgulloso, que no se arrodilla ante nadie, capaz de ponerse el mundo por montera por defender una causa que considera justa. En 1974 sorprendió a propios y extraños llevando a Yaser Arafat, como representante de la Organización de Liberación de Palestina, a la ONU para cederle su turno de palabra y que, por primera vez, un palestino hablara de Palestina en las Naciones Unidas. Según declaró el propio Arafat, el país africano desafió a la organización mundial incluyendo entre su cuerpo diplomático acreditado a Arafat, por lo que su presencia no pudo ser rechazada al formar parte de la delegación y no figurar como invitado. En aquel histórico discurso, Arafat dijo:
“Traigo en mi mano derecha una rama de olivo por la paz y en mi mano izquierda un fusil de combatiente por la libertad. No permitan que caiga de mi mano la rama de olivo”.
Por desgracia, cuarenta años después, la situación de Palestina no ha cambiado demasiado pero sus hermanos argelinos no parecen dispuestos a dejar que luchen solos.
Pero no fue éste el único hito en la política exterior de Argelia: la expulsión de la Sudáfrica del apartheid de la ONU, la mediación entre España y ETA en las llamadas 'Conversaciones de Argel', la ayuda a Egipto en la guerra contra Israel (a los que el presidente Boumedienne les ofreció un cheque en blanco para apoyarles en la guerra de Yom Kipur), la acogida y entrenamiento de los líderes revolucionarios de los movimientos independentistas de Namibia (partido SWAPO) y Sudáfrica (Mandela) entre otros....
Parece que las simpatías que los argelinos despiertan fuera de sus fronteras y al margen de gran parte de Europa, han sido ganadas a pulso.
Defensores a ultranza de las causas palestina y saharaui, ser oriundo de estos dos territorios significa tener acceso automático al pasaporte argelino, obtener facilidades para estudiar en la universidad y, para los profesores, incluso disponer de casa y coche a cuenta del gobierno. Todo ello por el módico precio de no tener siquiera derecho a ser considerado país y vivir durante décadas en campos de refugiados.
Visto lo visto, no es de extrañar la tensión con sus vecinos marroquíes, con los que hace años que no mantienen relación fronteriza terrestre, y menos aún con los israelíes, que tienen terminantemente prohibido el acceso a territorio argelino bajo ninguna circunstancia so pena de encarcelamiento. Tanto es así, que nadie que haya viajado a Israel en los seis últimos meses puede ingresar en Argelia, aunque ahora, con la enorme puerta que se le abre a los hijos del Mosad con el reconocimiento de los judíos sefardíes (que no de los moriscos) como españoles sin necesidad de grandes pruebas que así lo demuestren, supongo que será mucho más complicado detectar a un israelí en Argelia.
La bravura argelina tuvo su máximo exponente de reconocimiento social en un pueblo remoto de Iowa, en Estados Unidos, donde hace casi 150 años, se fundó una ciudad que lleva el nombre del emir Abdelkader, el símbolo de la resistencia argelina. La razón estriba en que, por una parte, el emir fue de los primeros en reconocer la independencia de EEUU del imperio británico y, por otra, los fundadores de la ciudad quisieron buscar un nombre que reflejara la lucha por la independencia, así que eligieron como nombre Elkader. La ciudad es realmente pequeña, con una población que no alcanza los 1500 ciudadanos pero que, como ellos mismos predican, "tiene el confort de las grandes ciudades con las ventajas de vivir en el campo". Por si esto fuera poco, las gestas del emir inspiraron el nacimiento del Abdelkader Education Program que promueve el conocimiento de Oriente Medio a través de la historia, la literatura y las relaciones internacionales. Una idea, que surgió a partir de la aparición de un libro sobre la figura del emir, escrito por un estadounidense.
Tal vez en Europa nos creamos con derecho a mirar a los demás por encima del hombro, como si todo lo que tienen nos lo debieran a nosotros pero cuanto más me sumerjo en la historia de África, más fascinante la encuentro a pesar de los esfuerzos de las potencias colonizadoras por relegarles al último lugar. Tal vez por eso, un argelino prefiere quedarse sin comer que mendigar o pelotear a alguien, tal vez por eso, si eres un cliente demasiado pesado, te pueden llegar a decir que ya no quieren venderte nada, que te vayas a marear a otro, tal vez por eso, estos días, la bandera argelina ondea en Palestina.
N.B. El artículo fue escrito el 30 de junio, hoy jueves, 3 de julio, aparece la siguiente noticia en El País y en El Mundo, entre otros.