Esta semana fui con las chicas a una conferencia que, bajo el título "Los palestinos y los otros judíos", pretendía ofrecernos una visión más amplia de la realidad de Israel desde una perspectiva a la que no estamos acostumbrados, la de los judíos de segunda. Y es que una cosa es ser judío ashkenazi, de raza blanca y procedente de Europa del Este o de América Latina, principalmente de Argentina, y otra bien distinta es ser judío mizrahi, es decir, procedente de Oriente Próximo y de raza árabe. Hasta para eso hay categorías. La directora del Mizrahi Democratic Rainbow de Israel, Yael Ben Feyet, estuvo en Barcelona participando en una mesa redonda en la que exponía la situación de esos judíos árabes en Israel, ese hiper democrático país, tan respetuoso con los derechos humanos que acaba de aprobar una ley que permite encarcelar durante 3 años a los "sin papeles" subsaharianos que llegan en masa a la Tierra Prometida y que, según la portavoz del Ministerio de Interior israelí, Sabine Haddad, "amenazan el carater judío del Estado de Israel". ¡Hala! Y se quedan tan anchos. ¿Realmente aprendieron algo de la etapa nazi? Al final va a tener razón Ahmadineyad cuando dice que el holocausto no fue para tanto y que esto no son más que cuentos chinos porque si no, esto no hay quien lo entienda.
Bueno, el caso es que la charla de Ben Feyet, israelí de raíces iraquíes, fue interesante en tanto que me permitió conocer una realidad que desconocía. Según explicó, los mizrahíes son discriminados por los ashkenazis y obligados a residir en los pueblos más periféricos de Israel, sin acceso a una buena educación o a la sanidad en las mismas condiciones que el resto de los judíos sólo por el hecho de ser árabes. Así pues, cuando los mizrahíes se instalaban en Israel, eran invitados a hacerlo en pueblos lejanos en los que se creaban auténticos ghettos en los que eran relegados al aprendizaje de oficios y privados, por ejemplo, del acceso a la universidad haciéndoles creer que eran inferiores y, por lo tanto, "intelectualmente incapaces de estudiar". Así, incluso la educación reflejaba una visión sesgada de la Historia en la que los mizrahíes no tenían cabida y en la que tan sólo se hablaba de los judios ashkenazis. "Nuestra situación es realmente penosa, no tenemos igualdad de oportunidades, ni representación política, ni consideración alguna por parte del Estado aunque, obviamente, nuestra situación no es tan dramática como la de los Palestinos".
Así que, hasta para ser un auténtico judío hay que tener un determinado color de piel, hablar una determinada lengua ("de pequeña me avergonzaba que mi madre hablara árabe porque en el colegio nos enseñaban que el árabe no era propio de los judíos"), y ser judío pero sin pasarse porque, por ejemplo, los ortodoxos, tampoco quieren nada que ver con los ashkenazis por considerar que no son suficientemente observadores de la religión. En conclusión, ser judío no es una mera cuestión de religión sino que, más bien, es planteado por el sionismo como un linaje y, por lo tanto, sólo los verdaderamente puros son aceptados como miembros de pleno derecho de la comunidad. Este discurso es tan lamentablemente familiar.....
Pero mientras, ¿nosotros qué hacemos? Pues nada. Si Marruecos aprobara una ley como la citada contra los subsaharianos, saldríamos a la calle a manifestarnos contra el tirano pero como es Israel, pues nos parece algo normal porque es un país democrático, es de los nuestros, a pesar de que se salta los tratados internacionales a la torera o, directamente, decide que no es necesario firmarlos. A otros les obligamos, e interferimos en sus asuntos internos a la mínima, pero a ellos.... Pobrecitos, que los nazis casi los exterminan... Pero lo mejor está aún por llegar porque se han fijado en España, y también en China, para el desarrollo de su red de transportes. Nosotros nos lo estamos pensando, dejándonos querer un poco, aunque hay voces que ya se alzan diciendo que eso puede afectar a nuestras relaciones con los países de la región. ¿Qué ha dicho Netanyahu? Que es una tontería, que los vecinos se respetan y se desean lo mejor y que si fuera cierto que hubiera una presión en contra de trabajar con Israel y cediéramos a ella.... sería muy lamentable. Tal vez. Pero más lamentable sería aceptar un contrato con Israel y ayudarles a desarrollar una red de transportes que crece a costa de la sistemática violación de los derechos fundamentales del pueblo Palestino. ¿Habrá algún político español lo suficientemente idiota como para cargar con semejante culpa y dormir tan tranquilo? Lamentablemente sí. Sólo espero que haya otro con más cabeza y más poder que nos impida contribuir a semejante tropelía sin pestañear.
Y como, a pesar de todo, sigo pensando que no todo está perdido, que siempre podemos hacer algo, me despido con una canción que apela a la libertad y es un grito de esperanza cargado de melancolía....
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