(Fotograma de la película, fuente:comedia.cat)
Bajo a desayunar y veo pararse un autobús del que descienden una veintena de subsaharianos con una bolsa en la mano. Por un instante dudo que vengan de compras pero pronto me doy cuenta de que la bolsa, llena de ropa, es de Cruz Roja. Un par de chicas les guían hacia el interior de la estación. Su lenguaje corporal habla alto y claro: los hombros caídos y arrastrando levemente los pies, como si cada paso les costase una eternidad. Me acuerdo de una película que vi recientemente: "Harragas", que narra un viaje en patera de unos chicos argelinos y muestra esa mezcla de crudeza (de la travesía) y esperanza; y de nuevo pienso que me quejo de vicio y pierdo el tiempo.
Mi amiga Yamaia se vuelve a la tierrina después de diez años en Madrid, deja un trabajo fijo para perseguir un sueño: "Vero, este mundo, tal y como lo conocemos tiene los días contados, ¿no ves que todo va mal? Así que he decidido que cada minuto cuente, que voy a ayudar a los demás, porque eso me hace sentir bien, y que voy a perseguir mis sueños porque, al final, sólo estamos nosotros y nuestras metas".
Veo a los chicos africanos y me acuerdo de ella, y me digo que es verdad, que tienes que ser lo suficientemente valiente como para dejarlo todo por un sueño, cueste lo que cueste... Tal vez colaborar con una ong no es una mala idea...
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