lunes, 3 de agosto de 2009

Reflexiones

Llegó de allende los mares hace casi 40 años y siempre se ha sentido diferente. No es como la mayoría de las españolas, quizá porque ninguna de ellas se paseaba con la cara de Obama estampada en una camiseta como si nosotros estuviésemos en campaña electoral. Tiene un toque extravagante en su indumentaria y parece estar unos centímetros por encima de todos los comentarios de aquellas que la consideran, como poco, un bicho raro. Quizá lo sea. Sus reflexiones invitan casi siempre a sonreír ya que tiene una visión tan feminista de la vida que, en ocasiones, sus propuestas se me antojan casi de ciencia ficción. Sin embargo, hay días en los que hace comentarios que me invitan a ir más allá, a plantearme que, tal vez, todo lo que dice no sean “boludeces”. Hoy ha sido uno de ellos: “no tiene ninguna base científica pero es lo que creo: el páncreas es el alma de la mente y por eso es tan importante expresar nuestras emociones”. Dice que la incorporación de la mujer al mercado laboral –y su consiguiente aumento de estrés ante la falta de tiempo para dedicarse a sí misma- han hecho que el cáncer de páncreas pase de ser una dolencia casi exclusiva de los hombres a afectar también a las mujeres. Cree que el páncreas es ese lugar físico en el que la mente almacena todo aquello que nos hace sufrir y que nosotros no dejamos salir, de lo que no nos liberamos, aquello que nos consume por dentro hasta que, por fin, un día, sale a la superficie para engullirnos por completo. Quizá sea una visión un tanto tragicómica de la vida eso de apostar porque nosotros somos los causantes de nuestras propias enfermedades pero ¿y si no fuera tan descabellado? ¿y si, al igual que el corazón es el guardián del amor, fuera el páncreas el del dolor? Entonces, tal vez habría que fomentar una terapia de las emociones que nos enseñase a dejar a un lado la coraza para que pudieran aflorar nuestros sentimientos y pudiéramos así ser libres. Libres para amar, para sufrir, para ser fuertes o débiles, guiándonos tan sólo por la fuerza del corazón.

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