Desde hace siete años, el Ayuntamiento de Segovia dedica el mes de agosto a celebrar un ciclo de cine israelí como parte de los actos culturales que la ciudad programa por su pertenencia a la red de juderías de España, una asociación cuyo principal objetivo es promover el conocimiento del legado sefardí en nuestro país, ése que -junto al morisco- forma parte de nuestra historia más rica desde una perspectiva no sólo cultural sino también científica, religiosa y humanista.
Sin embargo, este año, debido a las presiones recibidas por parte de diversos colectivos ante la situación que viven los palestinos en Gaza, el Ayuntamiento ha decidido suspenderlo por considerar que era un acto de incoherencia condenar el ataque israelí y mantener la programación de este ciclo de cine aún cuando haya quien diga que política y cultura no se deben mezclar.
Resulta curioso, sin embargo, que ninguna de las dos grandes cabeceras nacionales, ni tampoco la televisión pública -que ha cedido, en este caso, a la presión israelí y ha sacado de Gaza a la periodista Yolanda Álvarez para trasladarla a Jerusalén y mostrar así que no es "miembro de Hamás" como el gobierno israelí proclamaba- se hagaN eco de esta noticia que sí se recoge en ABC así como en la prensa local de toda Castilla y León y, por supuesto, en la prensa internacional. Cierto es que la repercusión del evento, aunque se hubiera celebrado, no es masiva pero los motivos que llevan a su suspensión son suficientemente relevantes como para incluir la noticia. Sin duda alguna su NO publicación no responde a una falta de conocimiento de los periodistas de ambos medios sino a una decisión empresarial que por un lado, evita el escarnio del Ayuntamiento de Segovia ante el público judío, y, por otro, oculta a los españoles que una institución pública haya decidido "vetar" a Israel a su manera, siquiera cancelando o postponiendo este ciclo que, sin duda, continuará proyectándose en ediciones futuras pero que ahora se ha considerado inapropiado ante la masacre que el Estado de Israel está llevando a cabo desde hace un mes en la Franja de Gaza.
Ciertamente, esta decisión no daña a Israel pero muestra el hartazgo y la intolerancia de la ciudadanía y de sus representantes ante la constante violación de los Derechos Humanos que realiza el gobierno sionista de Netanyahu, que ejerce cual potencia colonial en pleno siglo XXI.
Llegará el día en el que, como la Sudáfrica del Apartheid, el Sionismo de Israel tal y como lo conocemos ahora sea sólo un mal sueño, hasta entonces, cada pequeña iniciativa, cada pequeño rechazo, cada voz alzada en contra, suma y agrava la herida del que ahora se nos antoja un coloso invencible.