Leo ayer El Mundo y me encuentro con una suculenta página de relleno sobre "los duros comienzos como becarios" de grandes figuras de la comunicación como Pedro Piqueras, Antonio Lobato, Manolo Lama y Mara Torres. No sé si echarme a reír o directamente llorar.
¿Duros comienzos? Analicemos, por favor, de lo que hablan: llevaron muchos cafés, les tocó hacer muchas fotocopias; padecieron alguna que otra novatada o metieron la pata hasta el fondo en un directo. Aparte de eso, NADA. Lama entró en la SER y sigue allí después de 25 años. Durísimos comienzos. Mara Torres también, comenzó a trabajar un mes de julio, se quedó sin vacaciones pero estuvo 12 años en la radio, llegó a presentar Hablar por Hablar y ahora conduce uno de los mejores informativos de la televisión en España. ¡Qué duro!
Ya sé que ellos no tienen la culpa de que se escriba sobre sus inicios pero es que no sé si piensan que alguien puede, realmente, plantearse que eso puede calificarse como duros comienzos. Si algún día me hago famosa entonces sí que se va a saber realmente lo que es tener unos comienzos duros: con 28 años y pico llevo seis currando. He vivido en Cantabria, Ceuta y Madrid y a pesar de que tengo movilidad geográfica sigo sin encontrar un trabajo fijo y digno. He trabajado en sitios en los que he estado muy a gusto y en los que han estado contentos con mi trabajo pero da igual. Estuve ocho meses en paro, subiéndome por las paredes, envié 250 currículos (perfectamente archivados para no repetir envíos) y acabé en Ceuta trabajando doce días, descansando tres y sin cobrar pagas extraordinarias, aunque, eso sí, a cambio vivía en una ciudad bastante interesante periodísticamente y con playita. Pero a 1.000 kilómetros de mi casa.
Después de mil vueltas llegué por fin a la tierra de las oportunidades, Madrid. Un año de trabajo infernal y luego al paro de nuevo. Un trabajo de seis semanas y de nuevo estoy viendo el abismo. El del paro, claro. Tengo experiencia en radio, soltura y buena voz. Hablo idiomas y soy buena en mi trabajo. No soy lo que se llama "una tía cachonda" pero tampoco tengo que salir a la calle con una bolsa de papel en la cabeza. Soy simpática y estoy deseando que me manden a Pernambuco, a los Juegos Olímpicos o, simplemente, a la mierda siempre que tenga los gastos pagados, claro. Pero da igual. No hay trabajo. Las joyas que ofrecen por ahí son de 12.000 euros brutos al año por trabajar jornada completa, tener dedicación exclusiva, hablar chino, ruso y alemán y, encima, poner buena cara todas las mañanas.
Con 28 años y pico sigo sin tener ciudad de residencia fija, comparto piso y estoy de nuevo en el paro. ¿Realmente tengo que sentir pena por estos sufridos "becarios mediáticos"? No. Ninguna. Eso no son duros comienzos. Eso es enchufismo, tener padrino o tener una suerte increíble estando en el lugar adecuado en el momento preciso pero no son duros comienzos. Para comienzos duros los míos, que después de seis años siguen siendo "comienzos". Los míos y los de decenas de amigos: los que optan por cambiar de profesión; los que trabajan por 1.000 euros haciendo programas radiófónicos de noche; los que se quedan en el periódico de su pueblo cobrando una miseria y sin derecho de réplica porque a la mínima te vas a la calle o los que tienen que ver cómo el intruso de turno, sin tener formación ni una base lingüística ni gramatical, está trabajando a tu lado cobrando el triple sólo porque todo el mundo conoce a este tío que a lo máximo a lo que ha llegado ha sido a ser jefe de su escalera. ¿Duros comienzos? Por favor!!!!