sábado, 29 de marzo de 2014

Cuando los Otros demuestran ser mejores

Hay veces en que tengo una prisa infinita por ver con mis propios ojos la justicia divina. Hay veces en las que no puedo soportar ni un minuto más la sordera y la ceguera de quienes se creen dueños de la única razón, de quienes gritan con el pecho abierto que la suya es la única verdad, el único camino. Siento que nada de lo que haga o diga podrá hacer que esas mentes obtusas se detengan siquiera un instante a comprender lo que digo, aunque luego persistan en su cerrazón. No cambiaremos nunca. Somos así. Supremacía blanca y europea, aunque nos hierva la sangre si alguien insinúa que tenemos pensamientos nazis. España es de izquierdas, antifranquista, pro abortista, pro gay, pro Palestina, pro igualdad, pro todo hasta que alguien distinto llama a nuestra puerta y entonces.... ¡Santiago y cierra España!
Anoche veía al subsahariano encaramado en la farola de Melilla y se me caían las lágrimas de la impotencia. ¿Cuán desesperado estaría este pobre hombre para intentar una maniobra tan absurda? No tenía escapatoria y aún así, se mantuvo varias horas allí subido, a punto de desfallecer, porque no quería ser devuelto a Marruecos. ¿De veras nuestro mundo se iba a hacer añicos si la gente pudiera entrar y salir cuando quisiera? ¿Todos querríamos vivir exactamente en el mismo lugar? Lo dudo bastante. Sin embargo, nos empeñamos en cerrar a cal y canto nuestras fronteras, como si el hambre o la desesperación fueran a verse frenadas ante ellas. No sé de qué tenemos tanto miedo si de la diferencia o de nuestra propia mediocridad.
Y para muestra un botón. Hace algunas semanas, Jordi Évole fue a Alemania para entrevistarse con jóvenes emigrantes españoles. Hacia el final, establece una pequeña charla con seis jóvenes y sobradamente preparados. Les plantea el tema de la inmigración en España y una de ellas (minuto 8), muy JASP, dice que claro, que a lo mejor antes hacían falta inmigrantes en España pero que ahora esos trabajos los necesitan los españoles. Entonces, Évole, muy rápido, le dice, "igual eso pasa dentro de unos años en Alemania y querrían dejarte sin tu trabajo, ¿qué pensarías?". Su cara es todo un poema.... 
De vez en cuando me doy un paseo por el ciberespacio y participo en pequeños debates en forma de comentarios on line. No sé por qué continúo haciéndolo pues me parece que mi esfuerzo es absolutamente estéril, que aprender es realmente una tarea muy difícil. Porque sólo aprendemos aquello para lo que estamos predispuestos y nuestras mentes se cierran ante lo que previamente no han sido educadas para aceptar. Así que, en cuanto olemos algo diferente en la distancia... entonces, nos convertimos en esa España casposa, franquista y nacional-católica que a diario rechazamos. 
Dice Dios en el Corán que antes de que llegue el Día del Juicio Final, ese día que la mayoría se empeña en hacer como si no existiera, tendremos un período de unos treinta años en el que la Justicia con mayúsculas inundará la Tierra. Una época sin corrupción ni crímenes impunes, en la que los pueblos oprimidos dejarán de serlo y los opresores desaparecerán o vivirán en el olvido. A veces tengo tanta prisa por que llegue ese momento... La lástima es que cuando eso suceda, sabremos que el fin estará muy próximo, por lo que nuestra mente humana se aferrará con fuerza a esta vida, que es la única que conocemos, y no tendrá prisa por alcanzar la otra, la buena, la eterna, la justa, aquella en la que tendremos todo lo bueno que deseemos y nada de lo malo.
Pero mientras ese momento llega, todo lo que hagamos aquí cuenta. Todo.
Acabo de ver la nueva película sobre Mandela. La producida en Sudáfrica. No dejo de aprender de él y de los negros, al menos de los sudafricanos y namibios. La muerte de Mandela ha sido todo un acontecimiento en este extremo sur de África, números especiales de las revistas, programas de televisión recordando su vida... Su sonrisa afable se convirtió en el símbolo de una nueva Sudáfrica y lo que es más importante, su lucha pacífica, su capacidad de conciliación nacional, hizo posible que el apartheid terminara y con él, el derramamiento de sangre. Veinte años después, ese apartheid sigue patente en el aspecto económico. Los blancos siguen siendo los dueños de los negocios, en Namibia poseen casi la totalidad del territorio que está en manos privadas pero, a pesar de ello, los negros siguen con su eterna sonrisa, con su grandísima educación, luchando por sus derechos sin caer en la violencia y discriminación de sus "mentores" blancos. Aún queda mucho por hacer, muchísimo. Pero el legado de Mandela ha hecho de este país un ejemplo en muchos aspectos.
Hace un mes estuve en Sudáfrica, en Ciudad del Cabo. Una metrópoli de cuatro millones de habitantes que nada tiene que envidiarle a Madrid. Una ciudad en la que la multiculturalidad es una realidad tan palpable como las personas. Desde el fin del apartheid, los sucesivos gobiernos del Congreso Nacional Africano se han encargado de establecer un sistema de discriminación positiva con los mestizos y los negros para que estos tuvieran acceso a todo tipo de puestos en la administración. Puestos que, hasta los años 90, estaban copados exclusivamente por los blancos. Por la administración blanca para blancos. Ahora, paseas por sus calles y ves policías blancos, negros, indios y mestizos; ves mujeres con hiyab trabajando en librerías, como gerentes de supermercados, responsables de empresas, en el Parlamento; ves un mestizaje absoluto en las empresas públicas pero también en las privadas. Nada de negocios de chinos, de pakis, de marroquíes.... Aquí todos trabajan con todos. Hay una docena de mezquitas por toda la ciudad (de ello hablaré en otro post) y nadie parece preocupado por el color de la piel o por las creencias del otro: "We are all capetonians" (Somos todos de Ciudad del Cabo). En Europa aceptamos esa diversidad sólo entre los blancos, entre los nativos, bueno, todo lo nativos que se pueden ser en unos pueblos acostumbrados a la presencia de: vándalos, suevos, celtas, visigodos, romanos, árabes, judíos.... Pero, claro, como tenemos memoria selectiva asumimos que somos auténticos productos europeos y rechazamos a todo aquel que llegue nuevo. Hemos cerrado el cupo. La historia nos dará en las narices y, más temprano que tarde, nos recordará que hace tiempo que se acabó el Imperio Español y que lo que hoy triunfa es el mestizaje, la fusión. Pero hasta entonces.... seguiremos con una visión sesgada del mundo, sin ver que EEUU, Inglaterra, Australia, Alemania son también un espejo de multiculturalidad en el que deberíamos buscar reflejo. Viajen señores, viajen.