viernes, 30 de marzo de 2012

La guerra que viene II





La jornada de vaga me dejó un sabor agridulce. Por un lado, con la sensación de que de nada sirven las manifestaciones porque el poder no se conmueve, no tiene emociones, y, porque, nosotros, estamos demasiado acomodados, nos apretamos el cinturón pero salimos a flote y seguimos yendo de cañas, porque somos incapaces de pasarnos días y días en la calle como en Argentina, en la banlieu parisina o en cualquiera de los países árabes. Y yo la primera, vamos, que ni fui a la manifestación ni dejé de trabajar ni nada de nada. Y por otra con el absurdo sueño de que si dejásemos de ver tanta tele, de cultivar nuestro cuerpo, de abandonarnos en los vicios cuando las cosas van mal, tal vez habría esperanza. El marqués Aaster Iskoh no está de acuerdo con tanto cinismo. Dice que salir a la calle sacó a España del franquismo, que está haciendo posible el cambio, que sirve más que quedarse en el sofá, lamentándose. Pero no puedo evitar pensar que los políticos nos engañan y nosotros, en cierto modo, lo merecemos, por cobardes, por egoístas, por vivir sin mirar a los que tenemos al lado.


Y eso nos pasará factura. El pensamiento crítico ha desaparecido de nuestro horizonte y la masa anónima de la que formamos parte sigue mansamente lo que ordena el pastor del rebaño. El mundo tal cual lo conocemos está a punto de concluir, el ocaso de EEUU se acaba y quién sabe qué vendrá después. La guerra nuclear se acerca y TODOS vamos a sufrir las consecuencias como sigamos pensado que Irán se lo merece. Si Israel lanza el Jericho 1 o el 2, estaremos a salvo, la devastación será total en Oriente Medio, pero si lanza el Jericho 3, más nos vale que nos pille al otro lado del charco.... La cuestión es que, más de medio siglo después, seguimos sin haber aprendido de nuestros errores y nos abocamos a un desastre mayor que el de Hirosima. Todo por imponernos por la fuerza, por querer un rebaño homogéneo, por querer exterminar a todo aquel que nos lleva la contraria. Ignoramos la verdad porque consumimos propaganda. Al Jazeera lo deja bien claro.

jueves, 29 de marzo de 2012

La vaga general

Me encanta este término: "vaga", ¿puede haber algo más gráfico para describir una huelga? Creo que no. Pues eso, que estamos de vaga general y continúo con mi habitual proceso de fotosíntesis y más ahora que llega la primavera. Creo que va siendo hora de buscar nuevos aires, otra cosa es que los encuentre. Todo permanece igual y sin perspectivas de cambio. Mi jefa acaba de presentar mis objetivos para este año: "te lo he puesto facilito, ¿eh?". "Pero, ¿no sigo haciendo el mismo trabajo de siempre?", respondo atónita. "No, no, este año vas a tener que trabajar menos que el año pasado". ¡Toma ya! ¡Mi sueño dorado! Si no tenía bastante con hacer la fotosíntesis durante cinco horas al día, ahora será durante seis o siete. Con suerte, el año que viene me pagarán sin tener que pisar por la oficina. Habrá quienes quieran ocupar mi lugar pero ya os aseguro que esto no tiene nada de chollo. Ya que tienes que estar aquí, lo mejor es estar ocupada, de otro modo, lo único que te queda es la desesperación. Sí, sí, puedes hacer mil cursos on-line pero es que lo mío son los cursos presenciales, no las vías de escape cibernéticas. En fin, que quizá sea hora de ir revisando la mochila...

miércoles, 28 de marzo de 2012

La cruda realidad



Inserto el final a modo de resumen porque empiezo a estar cansada de tanta manipulación, de gritar en medio del silencio, de sentir que no hay nada que hacer en esta vida y que lo único que me queda es seguir mi camino y esperar mi recompensa el Día del Juicio.

El descubrimiento de este documental coincidió en el tiempo con el asesinato, la semana pasada, del presunto yihadista Mohamed Merah. Las televisiones de medio mundo (el civilizado, el occidental, el único auténtico) inundaron nuestras pantallas con las imágenes de los funerales del rabino y los tres niños asesinados en la escuela, sólo unos días después del asesinato de 3 soldados franceses, llevados a cabo -o eso nos cuentan- por este mismo muchacho. Parece que un adulto y tres niños valen más que tres soldados del Ejército francés, ¿no se trata de una cuestión religiosa, cierto? Estoy segura de que no, los últimos, aunque enterrados en Israel, eran franceses, los militares, aunque jurasen defender la bandera de Francia, eran magrebíes, y el presunto asesino, como es terrorista, es más argelino que francés. ¡Qué asco!

Ya está bien de tanta manipulación, ahora resulta que Al Qaeda, la organización ficticia más poderosa del mundo (ya lo decía Goebbles, "una mentira repetida mil veces se transforma en verdad") va subiendo de estatus y ¡hasta tiene bibliotecarios! Qué será lo próximo, ¿Premios Nobel? El presunto huele a confidente de la policía, como los que pagaron el pato de Atocha pero no queremos verlo. Es más fácil pensar que nuestra súper policía es capaz de descubrir a un asesino desconocido por comprar una moto en internet aunque luego haya decenas de niños raptados o asesinados por familia y amigos que siguen desaparecidos durante años. Ya se sabe que un delito cometido en caliente es más fácil de planificar que uno cometido a sangre fría.... será que a los polis les entrenan en el Polo Norte y son incapaces de encontrar a Marta del Castillo pero pueden perseguir a Bin Laden durante diez años por el monte y encontrarlo sin GPS. ¿Para qué queremos a Superman? Nuestras calles están llenas de superhéroes. ¡Qué alivio!

El documental pretende abrirnos los ojos sobre eso. Trata de enseñarnos hasta qué punto Israel gobierna el mundo, hasta qué punto el sionismo nos ha implantado su versión de los hechos en la cabeza y ha conseguido alienar a los palestinos como números ajenos que nada tienen de humanos. Nadie consentiría que ocupasen su casa porque sí pero los palestinos, que se defienden con palos y piedras, son terroristas por defenderse. Los niños sufren unas secuelas psicológicas aún más graves que una guerra civil porque la asfixia es absoluta. Pero Israel tiene que defenderse de estos islamistas, de estos árabes fanáticos que se inmolan para alcanzar el paraíso y a los que hay que aplastar con tanques y misiles. Es la historia de siempre, tú me pegas un bofetón y yo te parto las piernas con un bate de béisbol. Todo muy racional y muy consecuente. En el vídeo, queda todo claro, para quien tenga una mente abierta y deje los prejuicios de lado: los palestinos no se inmolan por Allah, se inmolan por su familia, porque no tienen casas, porque no tienen comida, porque no hay medicinas, porque están desesperados, porque Israel les asfixia a pesar de ser los invasores y cuando la desesperación llama a tu puerta, todo lo demás sale por la ventana. No piensan en ganar el paraíso, piensan en matar a cuantos más judíos mejor para intentar que sus hijos hereden una tierra de la que llevan expulsándoles más de 50 años.

lunes, 5 de marzo de 2012

Jugar a ganar

La guaja se lanza a cruzar el charco persiguiendo un sueño. Atrás lo deja todo y, a pesar de que está convencida del paso, le tiemblan las piernas al pensar en lo que deja atrás. "Tengo miedo pero sé que si no me voy, lo lamentaré. Cuando pienso en mi familia, en que estaré muy lejos, en que no sé que será de mi de ahora en adelante, si volveré alguna vez a casa, mi camino oscila un poco, pero lo tengo tan claro, que nada de todo eso me hace replantearmelo". Atrás queda también él, incapaz de seguir a quien -dice- es el amor de su vida, bloqueado por el miedo y anclado a absurdos apegos menos importantes que el amor y que, por desgracia, lo mantienen alejado de ella.
Los cuentos infantiles, los tradicionales, esos plagados de príncipes valientes, princesas encantadas y brujas malvadas, tienen como finalidad enseñarnos una importante lección vital: sólo los valientes ganan, sólo tras los dragones, las brujas, los encantamientos maléficos se esconden las deliciosas perdices. Y parece que no todos nos quedamos con la moraleja de la misma manera. Siempre creí que debería haber sido un chico, no porque lamentara ser mujer sino porque reconocía en mi características más propias de un testarudo caballero que de una frágil princesa. Para mi no hay más miedo en esta vida que el de ser una cobarde, que el de no perseguir un sueño por miedo al fracaso, a la soledad, por eso no concibo a quienes callan en los momentos cruciales, en esos en los que una sóla palabra basta para cambiar una historia que ambos desean con fuerza. Dice la guaja que sólo quienes juegan a ganar avanzan en esta vida, que esconderse tras los complejos y los miedos nos relega siempre al segundo puesto. No importa el resultado porque habrás seguido tu instinto, por eso, quedarse sentado mirando al mar sin atreverse a mojarse un sólo dedo jamás te permitirá saber cuán fría está el agua, cuán salada es o cuán delicioso será estar a remojo durante unos minutos. Ni un sólo pensamiento, por preciso que sea, nos permitirá imaginar fielmente cómo es bañarse en el mar excepto si dejamos el miedo a un lado el tiempo suficiente como para mojarnos el pie. Después, lamentaremos el rato que estuvimos al sol y el poco rato que quede hasta que oscurezca y haya que volver a casa.
Yo soy cabezota pero también indecisa en según que situaciones, sin embargo, cuando me doy cuenta de que el absurdo bloqueo me aleja de aquello con lo que sueño, tiendo a cerrar los ojos y a dar un salto adelante. Hasta ahora nunca me arrepentí, nunca dejé nada sin hacer, nunca me fui a dormir lamentando ser una cobarde. De ser él, seguiría a la guaja al fin del mundo, los amigos siempre estarán ahí, la familia también y las montañas... Pero Corocota, a pesar de ser un insigne guerrero cántabro, se aferra a sus miedos y la deja marchar. Aún le queda una semana, todavía puede cerrar los ojos, comprar el billete y correr junto a ella a salvar indígenas, por desgracia, le falta coraje.
Ojalá fuera como en los cuentos, ojalá con que uno fuera valiente y matara dragones, el otro cayera rendido a sus pies y fueran felices para siempre. Ojalá los guerreros fueran verdaderamente valientes y se dejasen de cálculos matemáticos. Ojalá entendieran que en el amor, lo único que hay que escuchar es el corazón.

jueves, 1 de marzo de 2012

La guerra que viene

Prefiero no encender la tele. Lo que veo cada día no es más que un constante allanamiento del terreno para preparar psicológicamente a la población para lo que se avecina, la guerra con Irán. El enemigo persa ataca nuestros intereses, o eso nos dicen, y tenemos que prepararnos para lo peor. ¿Será ese el motivo por el que Grecia gasta su dinero en armamento? En los últimos años, la sombra oscura del régimen de los ayatolás ha ido creciendo sobre nuestras cabezas con un único fin: justificar un eventual ataque de Israel para defendernos de una presunta amenaza nuclear que llevaría a la absoluta destrucción de Occidente.
Sin embargo, esto me huele a cuerno quemado. En 1993, la prensa española ya publicaba que Argelia tendría armas nucleares para 1998. No sé qué calado tuvo esa noticia en el imaginario de la población pero cuesta creer que un país sumido en una profunda crisis política, que derivó en una cruenta guerra civil, pudiera pensar en otra cosa que no fuera acabar con el terrorismo. Parece que la historia demostró que esas informaciones eran totalmente falsas ya que, no sólo no aparecen ahora en la lista de enemigos internacionales sino que, tras solventar el terrorismo, dedicaron sus esfuerzos a la prosperidad de un país hacia el que hoy miran con esperanza los ingenieros españoles, afectados por una crisis que se antoja interminable.
Estoy segura de que Irán no es sino un "malo" que hemos creado a medida aunque es posible que sí tengan algo de armamento nuclear, algo totalmente lógico si tienen a la vuelta de la esquina a un vecino tan poco respetuoso con los derechos ajenos como es Israel quien, además, es el primero en ocultar el número de cabezas nucleares que posee. Pero ¿quién les eligió como policías? A mi nadie me preguntó. Sin embargo, no importa lo que yo piense, parece que el destino de Irán está más que decidido aunque éste no sea un pequeño país que se pliegue fácilmente a las presiones occidentales.
Si fuéramos responsables de nuestros actos, hubieran rodado cabezas al no encontrarse armas de destrucción masiva en Irak o al ver lo que hizo Israel con el fósforo blanco en Gaza pero... eso sería en un mundo perfecto y no es éste.
¿Qué pasará? Es posible que entremos en guerra. Es posible que ahoguemos a Irán y que el pueblo persa se levante en armas para defenderse del imperialismo occidental y nos veamos inmersos en otra larga guerra que garantice la fabricación de armamento para esta década. O, simplemente, puede que ocurra un milagro, dejemos de mirarnos el ombligo y dejemos de consentirle a Israel que obligue al resto del mundo a rendirle pleitesía.